lunes, 27 de febrero de 2012

EDITORIAL: CALDERÓN Y SUS EMPATES DOLOSOS

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

El 23 de febrero de 2012, viendo que la campaña presidencial de Josefina Vázquez Mota no levanta por ningún lado, a pesar de recurrir a toda la gama de triquiñuelas incluidos en los manuales de propaganda política, el presidente Felipe Calderón se pintó de un grotesco azul y se lanzó a mostrar públicamente que, desde su cargo, hará lo pertinente para amarrar la imposible victoria del panismo.

En una reunión con la cúpula de uno de los grupos influyentes de la banca mexicana, BANAMEX, el mandatario aseguró, esgrimiendo datos de una estadística patito hecha por encargo de la propia Presidencia de la República, que la candidata del Partido Acción Nacional estaba en un empate técnico con Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional, en las simpatías electorales.

Las gráficas de la preferencia efectiva, elaboradas por la empresa Mercaei distinguían con rojo y 41 por ciento de preferencias a Enrique Peña; mientras que una barra azul con 37 puntos correspondía a Josefina Vázquez Mota. A la derecha, distinguido con amarillo, Andrés Manuel López Obrador con 21 puntos.

La actitud del presidente sorprendió a la audiencia que tarde se le hizo parta ventilar por las redes sociales que Felipe Calderón había tirado línea.

Con la imagen en el escenario. Calderón argumentó “Qué duda cabe, tenemos una democracia muy vigorosa, un electorado muy responsable y va a haber una elección competida”.

El mandatario fue invitado a la 20 Convención de Consejeros de BANAMEX por los banqueros Manuel Medina Mora, Javier Arrigunada y Roberto Hernández.

El gesto presidencial no fue gratuito, pues en ese mismo espacio los aspirantes presidenciales tuvieron un encuentro privado con personajes de la banca, que escucharon los puntos de vista en materia económica de los contendientes.

El primer candidato en arribar fue Andrés Manuel López Obrador, que compartió espacio en el hotel, sin cruzarse en ningún momento, con Calderón. La entrada del tabasqueño y la salida del mandatario estuvieron coordinadas para que no se vieran.

Sucedió lo mismo con Enrique Peña Nieto, quien llegó de segundo por orden alfabético, argumentaron los organizadores, aunque el programa inicial planteaba la participación primero del mexiquense.

Poco antes de las 11 de la mañana arribó el priísta al hotel y se dirigió directo al encuentro.

Minutos después de las doce del día arribó la panista Josefina Vázquez Mota, acompañada de consejeros de BANAMEX y con una mujer que celebró a gritos en el lobby la llegada de la candidata.

La mecánica fue la misma para todos: en primera instancia tuvieron una reunión con un grupo de hasta 30 consejeros en el piso 42 del hotel, completamente privada, según se acordó, para lograr la asistencia de todos los candidatos.

Tras concluir el evento, los medios preguntaron a los precandidatos que si estaban de acuerdo con los datos de la encuesta de la Presidencia, y en sus respuestas hubo un punto común: la prudencia para darle carácter de validez a la consulta.

Al día siguiente, en la ceremonia de “El día de la Bandera”, Calderón trató de corregir lo hecho casi jurando, en un discurso pomposo, hueco y estéril, su vocación democrática y la nula intención de inmiscuirse en el proceso electoral, dejando que los mexicanos voten libremente por el candidato que les interese.

El efecto mediático del “irigote” presidencial fue único: más que ayudar a su candidata, Calderón mostró la peor de las caras en un momento en que la Nación exige unidad, tranquilidad y creencia en el proceso electoral y las instituciones que lo acreditan.

Si Josefina Vázquez Mota trataba de no ser vista como otro títere del presidente, a partir del “apoyo”, tendrá que trabajar cuesta arriba para convencer al electorado de la ausencia de una manota negra en sus decisiones.

¡Buen trabajo, Calderón!

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