lunes, 14 de noviembre de 2011

EL DODO DICE: MENTES SUSPICACES

Gobernar exige inteligencia. La muerte del Secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, en un accidente aéreo similar al ocurrido hace tres años, donde muriera el entonces titular de esa dependencia, Juan Camilo Muriño, tomó al país por sorpresa y desató de inmediato la suspicacia ciudadana para explicar la tenebrosa coincidencia.

No se necesita ser un experto en comunicación social y cobrar como tal, para saber que era necesario expresar una postura clara del Presidente de la República, que diera certeza y seguridad en un contexto de fragilidad institucional, nacida del pésimo manejo de la guerra contra el crimen organizado.

Era indispensable transmitir fuerza, unidad y confianza. Sin embargo, nuevamente, el mensaje de Felipe Calderón cayó en la torpeza característica. Lejos de poner en perspectiva la singularidad de la tragedia, él mismo vinculó el caso de Muriño con el de Blake para luego caer en el sobado reconocimiento al patriotismo y la amistad personal. Si los mexicanos no habían relacionado los decesos, la verborrea presidencial lo hizo.

La esperada declaración del mantenimiento de la estabilidad y el manejo apropiado de la crisis se diluyó con la peregrina hipótesis de las nubes asesinas y la hueca advertencia de llegar a la verdad sobre lo sucedido.

El sentir ciudadano quedó peor, a pesar que los medios de información cerraron filas con la Presidencia. De haber dudas, en la perorata amarga, Calderón las agrandó.

La vox populi concluyó inmediatamente un paralelismo de ¡asesinato! en el caso Blake y el de Muriño, precisamente, eso que no deseaba la grilla nacional.

En esa tónica de aparentar antes que resolver, veremos pronto el carpetazo oficial a través del recurso mediocre de “accidente” y el patetismo de una clase gobernante acorralada.

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