domingo, 27 de marzo de 2011

A TÍTULO PERSONAL: ¡QUÉ BARATO!

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

En apariencia son fenómenos diferentes. La proliferación de casa de préstamos o de remates no es consecuencia del incremento de puestos ambulantes de chácharas y compradores a pie de cosas usadas. Sin embargo, buscándole, estas modalidades en el mercado urbano confrontan la demagogia de las autoridades económicas y financieras de la Nación. El ciudadano está quebrado y no ve una ruta estable de supervivencia.

Las historias se repiten. Conseguir trabajo está en lengua muerta, que no en chino. En promedio, los suspirantes a un empleo tardan uno año, sí doce meses en el mejor de los escenario para emplearse, obviamente invirtiendo TODOS los recursos a su alcance, después están las ligas mayores del desempleo crónico: más años, menos oportunidades, exiguos micro salarios y ninguna prestación, incluso morir va por cuenta del abandonado.

Aquellos que gozan de un empleo y se conforman con la pobreza endémica necesitan de mejores propuestas para cumplir el día a día. Comprar lo que alcance y hurgar debajo de las piedras a fin de cubrir necesidades de estampita religiosa: casa, vestido y sustento. Si sólo se hubieran aguantado las ganas de reproducirse y no hubieran confundido amar con coger, el margen del porvenir no estaría acabado. Se vive para unos hijos que, de no cambiar el sino, terminarán peor que los padres no es un cumplimiento a la existencia; es un maldito genocidio.

Y luego por ociosos nos preguntamos ¿quiénes compran ropa usada de a peso pieza? ¿cuál es el público objetivo para un mazacote hecho a partir de pastelillos chatarra apachurrados, de zapatos con tres usuarios distintos o piratería saldo?. ¿Qué lleva a un poseedor a rematar sus cosas a un precio ínfimo para que luego las vea en los paradores de tiendas cutres, ganancia incluida, a la mitad del precio real que le costaron?

Por eso, aventurábamos al principio de estas líneas que el mundo gira y que las manifestaciones del desastre no son tan obvias.

En la ciudad de México, centro totémico de la República, a los habitantes ya nos cargó el dios desollado y no advierte compasión. Para seguir en el juego, la economía informal alcanzó grados de especialidad, que en sí misma la han vuelto de una complejidad digna de la otra economía, alabada por los pocos que amasan fortunas.

Lejos de las oportunidades de negocio establecidas y el decoro de la “gente bonita”, las mercancías exprimidas lo no va más, recorren espectros vitales aterradores. Al igual que sus usuarios, están condenadas a destruirse con las boitas puestas, a pesar que las plantas de los pies estén descalzas.

Estamos seguros que aun cadáveres, habrá alguien que reúna los deshechos y lucre por una “bachita” imaginaria de trapos, oliendo a tabaco.

Sería interesante que la próxima vez que estemos en la rebatinga de la barata, tomemos losd objetos y pensemos que desgracia cargan para que se les niegue el limbo del consumismo galopante que los creó.

Es cruel, pero, aun en la basura existen las clases sociales; mientras la de las dirigencias entren al mercado del “medio cachete”, la de las bajas desaparece, después de lo indecible, igual que los ejércitos de miserables que la tuvieron.

Este es el México Blues.

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