miércoles, 22 de septiembre de 2010

A TÍTULO PERSONAL: LOS CIEN AÑOS DE LA UNAM

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Para variar México no era el mejor de los mundos posibles y celebraba el Centenario de la Independencia. La dictadura de Porfirio Díaz daba de sí y trataba de ganarse a la opinión pública mundial con un engendro de apariencias y glamour. Sin embargo, como parte de las festividades tuvo la voluntad de aceptar un acto insólito en una nación donde el conocimiento y la cultura pasaban por lujos al alcance de unos cuantos.

El 22 de septiembre de 1910, académicos, políticos y representantes de instituciones de educación de diferentes países salieron de la sede de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) –hoy Colegio de San Ildefonso– y caminaron hasta el número 2 de la calle Licenciado Verdad (donde actualmente se ubica el Palacio de la Autonomía).
Con esa simbólica marcha nació la Universidad Nacional de México y Justo Sierra concretó un largo sueño de 19 años.

A las 10:30 de la mañana de aquel 22 de septiembre el presidente Porfirio Díaz arribó al anfiteatro de la ENP para encabezar la ceremonia de inauguración de la Universidad Nacional. Sería hasta 1929, cuando otra dádiva gubernamental le concediera la Autonomía a la máxima casa de estudios.

Don Justo Sierra, hombre intachable del movimiento de Reforma liderado por don Benito Juárez, que derrotara a los conservadores monárquicos que habían facilitado la intervención francesa y el patético imperio de Maximiliano de Habsburgo, como Ministro de Instrucción Pública de don Porfirio, en mayo de 1910 consiguió que fuera aprobada la Ley Constitutiva de la Universidad, a pesar que en 1881, siendo diputado, hiciera la misma propuesta que fue rechazada, porque en 1865 se había suprimido la universidad por su alianza con los sectores conservadores y contraria a los fines liberales y republicanos de la facción política que triunfó en 1867.

El planteamiento de don Justo expuesto a los diputados de 1910 contemplaba que la enseñanza superior no podía tener, como no tiene la ciencia, otra ley que el método y, por ende, separaría los intereses políticos del campo académico, aunque el Estado estuviera obligado a financiarla.

Asimismo, resaltó que la Universidad tendría un carácter laico. En sus palabras “Una universidad es un centro donde se propaga la ciencia, en el que se va a crear la ciencia; ahora bien, señores diputados, la ciencia es laica, la ciencia no tiene más fin que estudiar fenómenos y llegar a esos fenómenos últimos que se llaman leyes superiores. Nada más; todo lo que de esta ruta se separe puede ser muy santo, muy deseable, pero no es ciencia; por consiguiente, si la ciencia es laica, si la universidad se va a consagrar a la adquisición de verdades científicas, deben ser, por la fuerza del mismo término, instituciones laicas.”

“Me la imagino así: Un grupo de estudiantes de todas las edades sumadas en una sola, la edad de la plenitud intelectual, formando una personalidad real a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión y que, recurriendo a toda fuente de cultura, brote de donde brotara, con tal de que la linfa sea pura y diáfana, se propusiera adquirir los medios de nacionalizar la ciencia, de mexicanizar el saber”, sentenció el intelectual Sierra.

Hace un siglo, esta universidad tenía apenas mil 969 alumnos y ahora son más de 300 mil inscritos en 82 campos del conocimiento científico, artístico y humanístico.
A través de las décadas y en el tercer milenio la Universidad Nacional Autónoma de México fue, es y será para millones de jóvenes la única oportunidad de estudiar una licenciatura y mejorar en algún modo las condiciones de vida que les fueron heredadas.

Como toda institución ha tenido sus altas y sus bajas; ha sido encumbrada y vilipendiada; ha sido juez y parte de fuertes convulsiones sociales e, incluso, violentada y ocupada por el Ejército. No obstante, permanece como un paradigma educativo, al menos sus áreas de posgrado e investigación de lo que debe ser una Universidad.

En lo que mí concierne, SOY UNIVERSITARIO y jamás he renegado de ello, precisamente porque la UNAM me dio todo lo que me facilita hoy tener un sustento material y espiritual digno, una compañera también orgullosamente universitaria, la realización profesional como docente y trabajador, amigos y amigas invaluables; vamos, una forma de vivir que me enorgullece y hace este día hincar la rodilla derecha en muestra de respeto y gritar. FELICIDADES, CENTENARIA.

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