miércoles, 15 de septiembre de 2010

A TÍTULO PERSONAL: 15 DE SEPTIEMBRE DE 2010

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Uno de los periódicos fuertes de México sorprende al escribir esto:

“El presidente, don Porfirio Díaz, honra cien años de la independencia con eventos y obras que dejarán huella en la historia de México. "Obras son amores" dice el general.

El mandatario ha inaugurado el Hemiciclo a Juárez en la recién construida Alameda Central, ha visto la luz del Ángel de la Independencia como eje de la magna obra del Paseo de la Reforma. El entusiasmo en la ciudad de México se refleja en banderas de todos los tamaños para adornar las casas, escudos patrióticos de yeso, rollos de crepé tricolor, águilas doradas de papel maché, estampas, postales, pendientes, botones, adornos con los colores verde blanco y rojo en cada esquina. Se han construido no sólo efigies: hay ya una nueva sede para la Universidad Nacional de México, se creó el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria y la Escuela Nacional de Maestros

“Paz, Orden y Progreso” es el lema del gobierno de don Porfirio. Se masificaron los baños y los lavaderos públicos, las bibliotecas, las calzadas y caminos, las obras de drenaje y saneamiento, escuelas, hospitales, telégrafos y teléfonos, mercados, parques, teatros, quioscos. Se han levantado 20 mil kilómetros de vías ferroviarias, lo que permite por primera vez comunicar a todas las regiones del país. Se han construido 23 mil 654 kilómetros de vías telegráficas. El sistema de correos que no pudo desarrollarse en el siglo XIX por el ataque de los bandidos, logró repuntar con 1200 oficinas nuevas de correo. El servicio telefónico llegó a todas las principales ciudades del país. La industria se desarrolló en áreas antes inexploradas como la agricultura encaminada a la exportación.

2010. Se han construido algunas carreteras, hospitales, escuelas, pero las grandes obras dedicadas al Bicentenario de la Independencia quedaron inconclusas en varias partes del país: Ciudad de México, Cancún, Pachuca, Puebla, entre otras. Ningún monumento emblemático o edificio que albergara a alguna institución fundamental para el país fue creado, si acaso la cuestionada nueva sede del Senado. En Ciudad Juárez las fiestas se cancelaron por la inseguridad. Decenas de miles de policías resguardarán los festejos en la Ciudad de México con arcos detectores de metales y retenes en las calles aledañas al zócalo capitalino. Algunas autoridades recomiendan ver la celebración desde la tele.

La economía se encuentra estancada. Las desigualdades quizá son menores que en 1910; sin embargo, a diferencia de hace un siglo, hoy no hay a la vista perspectivas de desarrollo y progreso. El pesimismo ronda entre la población.

¿Cuál es la diferencia esencial entre la conmemoración centenaria de 1910 y la que mañana celebraremos? Que la de don Porfirio Díaz fue de tal magnitud que ocultó bien la inconformidad subyacente, mientras que la actual no alcanza siquiera para eso”.

Los Pinos se han convertido en un verdadero bunker y el Primer Cuadro de la Ciudad de México es un laberinto de seguridad explícita para cincuenta mil personas, el resto que se quede en sus hogares. El norte de la República canceló, en diferentes poblaciones, reuniones masivas a fin de evitar atentados. El sur de la Patria está inundado y los recursos caen a cuenta gotas. El desaliento de los ancianos al no recibir una compensación justa a una vida de trabajo, el pavor de los adultos que observan la tierra desmoronarse a los pies, los jóvenes victimizados por el desempleo y los excesos, la niñez metida en ratón loco del destino y los muertos reclamando justicia, son razones para condolernos como pueblo, como mexicanos.

Cuando se lee la memoria de aquel septiembre de 1910, la sensación es de triunfo, de victoria, atrás quedaba el siglo XIX con el divisionismo ideológico estéril, las intervenciones extranjeras y la guerra civil. Se miraba un México emergente, aunque se supiera de la debilidad profunda de sus cimientos. El general Porfirio Díaz resumió en esas jornadas el alcance de un poder central fuerte, organizado y eficaz..

Hoy todo es sujeto a revisión, incluso el cambio del nombre de Estados Unidos Mexicanos a México. En la adolescencia tardía, pues cien años son cien años, los representantes del pueblo aun buscan una máscara a su gusto. Nada le queda y nada les interesa. Una Miss Universo mexicana dará el grito junto al presidente y en puntos estratégicos del territorio casi a escondidas ceremonias similares darán la apariencia que esto es el Tercer milenio.

Somos un país a medias, no por la gente que se faja a diario por el sustento, sino por la corte mediocre de vanidades que rodea al poder usurpado. Estamos compartiendo el espejismo de lo que nos gustaría ser y no lo que realmente somos.

En este país a medias el Bicentenario es otra fiesta rascuacha.



Nota.- La editorial es de El Universal, edición impresa, del 14 de septiembre de 2010.

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