miércoles, 29 de septiembre de 2010

EDITORIAL: LOS QUE MENOS TIENEN...MADRE

A las cuatro de la madrugada del martes 28 de septiembre de 2010, el desgajamiento de un cerro en las inmediaciones del poblado de Santa María Tlahuitoltepe, en la zona Mixe de Oaxaca, sepultó 100 casas y al menos cuatrocientas personas desaparecidas.

El cerro se colapsó debido al reblandecimiento de la tierra propiciado por las intensas lluvias de la temporada. Ubicado a 130 kilómetros de la capital del estado, el alud ocurrió en la zona superior del Barrio El Calvario.

Aunque el reporte de la tragedia fue inmediato, la reacción del gobernador Ulises Ruiz Ortiz ha sido lenta, a pesar del comunicado dado a conocer y que reza que “instruyó inmediatamente para que diversas dependencias gubernamentales se coordinen con el Instituto Estatal de Protección Civil (IEPC), a fin de brindar auxilio lo más pronto posible a la población afectada”.

Elementos del Ejército y rescate de diferentes instituciones públicas y civiles, así como personal de los servicios de salud estatales hacen esfuerzos para tratar de llegar al lugar, a pesar de la incomunicación que se vive por dificultades orográficas.

Una certeza siniestra se ha adueñado de los vecinos, pues por la hora y las condiciones del derrumbe, es factible que las personas desaparecidas se encontraran dentro de las casas sepultadas por la tierra.

Tlahuiltoltepec es internacionalmente conocido por el centro de iniciación musical que ha dado cabida a músicos de todo el mundo.

La tragedia sumada al contexto de emergencia en el sur de la República pone en evidencia, como si fuera necesario, que el discurso oficial de ayuda a quienes menos tienen es demagogia pura, ya que como se puede constatar a través de las redes sociales y las vías de comunicación habituales, los recursos económicos y la ayuda material para los damnificados sólo ocupan papel, pese a las postales trágicas de las autoridades mojándose los pantalones en el “centro” del infortunio.

En el caso de Oaxaca, ha privado la polaca antes que la humanidad y Ulises Ruiz debe muchas afectaciones populares que pudieron evitarse, sin embargo, primero es el hueso y, después, una respuesta viril a las necesidades básicas de la población.

Otra vez, los mexicanos nos tenemos que rascar con las uñas mientras las cúpulas del poder están metidos en las tranzas habituales.

Los Dodos nos preguntamos por qué habiendo tanto hijo e hija de mala entraña, debe la gente común cargar con cruces y sacrificios que sólo sirven en la confección de retóricas pendejas y en el convencimiento total, que México urge de un cambio radical, una revolución inteligente que sacuda las estructuras obsoletas que permiten tanta muerte y tanta destrucción.

Hoy duele Oaxaca... ¿y mañana?

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