martes, 22 de junio de 2010

EDITORIAL: LOS MUERTOS QUE NO CUENTAN

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Progresivamente los medios de información de México, alineados y no alineados al gobierno federal, están demostrando que las cifras de la guerra contra el narcotráfico y actividades ilegales conexas, no son verdaderas ni están basadas en investigación científica alguna. Son números que Felipe Calderón y lacayos sueltan a conveniencia con el propósito de meter a todos los crímenes sin resolver en el mismo saco: los carteles de las drogas.

El frenesí de esta administración por la mentira no es nuevo y comenzó desde el primer día en que se dice que ganó con una diferencia mínima de votos la voluntad de los ciudadanos. Se dice porque no hay manera de probarlo, exactamente como la causa real de los 23 mil muertos ocasionados por la cuestión de las drogas. Para fines prácticos la estadística no segmenta y pone en una columna infinita a los caídos con un mínimo de selección, el argumento es que parezca un acto cercano a los modos de los delincuentes. A ojo de mal cubero, los muertos que no cuentan son “narcos”.

Especialistas han declarado que entre 85% y 95% de los delitos que ocurren en el país NUNCA se resuelven, o sea que la ilegalidad es la más segura de las actividades, ya sea por la negligencia de las autoridades o por el conocimiento de los afectados en que la justicia es cara y dispareja.

En este contexto de elemental funcionamiento de un gobierno, Calderón y compañía están por debajo del mínimo de reprobación. Si no tiene vergüenza para mentir descaradamente en la cantidad de muertos y en el móvil real de sus decesos, qué credibilidad puede tener todo cuanto jura decir. Insistimos, no hay investigación, no hay método, sólo el triste afán de sobresalir de la mediocridad inherente al Ejecutivo.

Mientras México se derrumba por las decisiones retardatarias de una clase “política” superada por los acontecimientos, cual emperador romano Felipe saca la lira e improvisa cantos de triunfo, arriba de una pila de cadáveres a los que les debe una pizca de respeto.

Es una abominación que la gente sepa más del crimen que los supuestos especialistas, que las familias aprendan a protegerse a uñas y palos, que los profesores improvisen planes de protección contra balaceras, que los “mensajes” a la Nación, además de estar mal escritos, sean fusiles de la emotividad de Paulo Coello o Mariano Osorio, que si unos menores de edad queden atrapados en el fuego cruzado sean catalogados a la primera de “narcotraficantes”.

¿Dónde quedó la República?, pues aquí maquillamos todo, incluso, la muerte que entre más grotesca es bienvenida. Los muertos merecen disculpas, sin embargo, quién se ha tomado la decencia de llegar al fondo de la tragedia. Todo es de oídas o de instrucción. Con decretos hemos construido el desastre de la Patria.

Por ende, que no se extrañen los partidos políticos que en julio también ellos engruesen las listas de muertos por “narcos”.

No gastemos en detalles, de ahora en adelante cualquier deceso sea donde sea: hospital, casa, calle, campo raso, es “ajuste de cuentas” por narcotráfico, hasta los recién nacidos y los abortos.

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