viernes, 25 de junio de 2010

APUNTES: UNA HISTORIA DE JUGUETES

POR.- EL DODO DU CINEMA

La tercera entrega de las películas de “Toy Story” merece comentarios allende de la reseña cinéfila por la peculiar reacción que provoca en la audiencia que se encuentra a punto de ingresar a la Universidad o cursan los primeros semestres de la carrera.

Nacida cerca del año en que se estrenó el primer largometraje, esta generación evoca a lo largo de “Toy Story 3” una parte fundamental de su pasado y el impacto emocional que implicó separarse de la inocencia infantil y pasar a la siguiente etapa de la existencia.

Como una postal sentimental, “Toy Story 3” será una referencia obligada en la memoria colectiva de nuestra juventud actual para ejemplificar otras películas que han tenido el mismo impacto en la psique de generaciones anteriores como “Stand by me” o “ Summer of 42”, o aquella serie de televisión “Los años maravillosos” o su equivalente español “Cuéntame cómo pasó”, en las que el asunto de la mitificación de la infancia alcanza cuotas épicas y aseguran una identificación plena de quienes estaban ahí para constatarlo.

La trama perfectamente armada alrededor del egoísmo humano y la lealtad incondicional de los juguetes son metáforas implacables de los esqueletos afectivos que se guardan en los roperos de la edad. Indirectamente, el recuerdo del “paraíso perdido” y la incertidumbre de la vida adulta cobijan las lágrimas de los asistentes en las escenas climáticas de Toy Story 3.

Sin meditarlo, la comunión de los asistentes es resultado del fuerte trance que implica alejarse de la seguridad del hogar y tomar el camino de la independencia, sea lo que esto signifique. La claridad que la decisión es un no retorno es, indiscutiblemente, una experiencia traumática que se suaviza con el nuevo orden de derechos y obligaciones que se adquieren, no obstante, saberse que cada año avanzado es el borrón al corazón cándido y El mundo feliz.

El llanto de la sala cinematográfica realiza la ceremonia del adiós, de encontrar a los personajes entrañables que nos acompañaron en los días dorados y que en un par de horas nos ponen al tanto del tiempo ido, sólo para despedirnos con la promesa de una amistad eterna, que se cree imposible.

Sólo por la magia del cine y la animación excelsa, los jóvenes vuelven a sentirse niños con la posibilidad de vivir efectivamente el reencuentro total, antes que se prendan las luces y se vean como son y como se acuerdan. Y ese estado emotivo rebasa en mucho el costo de una entrada, un cuenco de palomitas, el refresco o los chocolates.

En lo particular, “Toy Story 3” es un homenaje a lo que fuimos desde la desolación de lo que somos. Definitivamente no es una película de niños, sino de adultos desesperados por iluminarse con la niñez artificial que puedan rozar.

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