sábado, 8 de mayo de 2010

MARASSA: DOS POEMAS DE DON JOSÉ EMILIO PACHECO

Edades

Llega un triste momento de la edad
en que somos tan viejos como los padres.
Y entonces se descubre en un cajón olvidado
la foto de la abuela a los catorce años.

¿En dónde queda el tiempo, en dónde estamos?
Esa niña
que habita en el recuerdo como una anciana,
muerta hace medio siglo,
es en la foto nieta de su nieto
la vida no vivida, el futuro total,
la juventud que siempre se renueva en los otros.
La historia no ha pasado por ese instante.
Aún no existen las guerras ni las catástrofes
y la palabra muerte es impensable.

Nada se vive antes ni después.
No hay conjugación en la existencia
más que el tiempo presente.
En él yo soy el viejo
y mi abuela es la niña.



Cuento de espantos

Ayer la vi. No me lo van a creer.
Ayer me encontré con ella en el parque
por donde caminábamos a los veinte años.
Está igual que siempre.
En todo caso la muerte
la ha embellecido, la rejuvenece, la hace
adolecer de adolescencia.
Ya no tiene vientidós años,
sino dieciocho a lo sumo.

Quién penetra el misterio
de estos números y estos años,
su más tiempo de muerta que edad viva.
Pero cómo ilumina los dos orbes
y es la estrella
del alba y del crepúsculo:
muchacha para siempre, también sombra
que nunca volverá de las tinieblas.

La vi de lejos y como es natural
me fue imposible dominar el impulso
de acercarme, verla de nuevo, implorarle:
“No sabes cómo te extraño.
No me resigno a perderte.
No te he olvidado”.
Abrí la boca. No pude
pronunciar las menor palabra.
Me congeló la mirada
que sin decirlo decía
“¿Cómo se atreve, señor?
¿No se ha visto al espejo?
¿No hay calendarios?
¿No toma en cuenta
las edades que nos separan?”

Y de este modo yo,
el aún vivo,
me convertí en el fantasma.



Tomados de “La arena errante”, José Emilio Pacheco, Editorial Era, México, 1999.

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