sábado, 20 de marzo de 2010

EDITORIAL:

México es la tierra donde lo imposible es cotidianidad. Por ello, no extraña que Aleida Alavez (a pa’ nombrecito), militante del Partido de la Revolución Democrática en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, haya propuesto una serie de reformas al Código Civil local para facultar a los jueces del Registro Civil a determinar que el nombre que se le otorgue a un menor no sea infamante.

El objetivo de la propuesta es terminar con las extravagancias de algunos adultos al registrar a los hijos con nombres o palabras que pueden ser títulos de una película, abreviaciones, acrónimos o puntadas de humor negro que, en el momento se les ocurren, y marcan la existencia de un inocente.

Para validar la importancia del problema, el Registro Civil recibe, en promedio, siete mil peticiones de correcciones de acta, ya sea por minucias como la falta de una letra, errores ortográficos o, de plano, el cambio de nombre. Creemos que a nadie le gustaría llamarse Margarito Floripondio, Barbie Rosada o Dolores Encinta.

En esta consideración, aunque el demandante tenga la razón, debe de cubrir un trámite de juicio administrativo que no debería ser, si sus señores padres no se hubieran dejado llevar por la obsesión de la singularidad de la progenie.

Se tiene una relación de nombres estrafalarios como James Bond, Pocahontas, Terminator, Lady Di, Masiosare, Aniv. de la Rev., Santo, Jehová, Sony, Ben Anzio, Texas, Farina, Mesi, que hacen de delicias peyorativas y denigrantes de los cóngeneres.

El planteamiento no contraviene la disposición constitucional del Artículo Segundo que asegura la búsqueda de la identidad y el respeto a los indígenas de registrarse con nombres en sus lenguas originales, como tampoco la libertad de elección de los ciudadanos, pues, legalmente un nombre tiene que cumplir con una serie de requisitos legales a considerarse.

Sin embargo, los usos y costumbres al interior de la República han suscitado no sólo la proliferación de nombres raros, sino de dobles o triples identidades.

El “exotismo” que pretenden los padres de una criatura al registrarle obedece a múltiples factores, siendo el ingrediente aspiracional y la poca educación los más recurrentes.

La idea no es mala, pues, significaría simplificar y acelerar las tareas administrativas con el lógico ahorro de tiempo y costo.

En tanto la propuesta cumple el ciclo fijado para su revisión, votación aplicación, no estaría de más aconsejarle a los papás que no le jueguen al vivo y, aprovechando el mundial y las pugnas electorales, les enjareten a los chamacos Cuau, Vaso, Bejam, Gaviota, Patylú o Ánimas del Purgatorio.

1 comentario:

Emir el CUYO dijo...

mmm...es interesante y mas que obvio preguntar ¿por qué chingados me llamo Emir?, seriá una reverenda estupidez qu a estas alturas de mi vejez intente comenzar un juicio para eliminar dicho nombre de mis documentos, prefiero aguantar y callar; por otro lado tendre que abstenerme de ponerle a alguno de mis hijos o hijas el nombre de "Yetem o Auswich"