jueves, 18 de marzo de 2010

APUNTES: REPORTE DE GUERRA, LOS OTROS FRENTES

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Las guerras en la actualidad también se ganan en la opinión pública, la cobertura mediática, la propaganda y la ideologización; no sólo mediante el despliegue de efectivos y las consabidas bajas.

En la guerra del gobierno de Felipe Calderón, las derrotas no sólo se miden por la reacción y la fuerza ante el movimiento del enemigo, sino en la percepción ciudadana que está observando, calificando y sentenciando resultados a través de la relación costo – rendimiento.

La opinión pública, sin menospreciar la determinación del Ejecutivo, se está moviendo en un contexto de proceso electoral y no como una reacción a la plaga en la que se ha convertido el crimen organizado. Todas las posturas están expuestas directa e indirectamente sobre el beneficio de la causa política que se defienda. Si hemos visto y escuchado a Carlos Salinas de Gortari, uno de los padrinos del enriquecimiento ilícito en su sexenio presidencial, aplaudir el coraje de Calderón, es imposible no ligar la declaración con el juego personal del señor y los intereses que protege. Qué decir del resto de los grillos y sus cantos histéricos.

En materia de narcotráfico todo notable o líder de opinión sabe perfectamente a qué le está tirando con sus loas o censuras. Es parte de un trasfondo electoral que en ninguna circunstancia se ha detenido porque el poder es un asunto de prioridad total. Primero está la composición de las autoridades y, después, la aprobación de las leyes o de lo que haga falta, y, del presupuesto que recibirán los heraldos que queden con la fórmula ganadora.

Tenemos muchas propuestas que tendrán que esperar hasta que el reloj de los partidos lo permita. Sin embargo, eso no limita las editoriales y los comentarios a fondo de los especialistas que cobran puntualmente en alguna parte.

En cuanto a la cobertura mediática, la repetición de escenas violentas, destructivas y mortales han acostumbrado a la audiencia a hacerse a la idea de que aquí nos tocó vivir y ni modo; que cada cual se mueve como le plazca y proteja a los suyos. La generación de un juicio objetivo está ausente y los medios despliegan los datos, no para informar, sino para ofrecer la misma trascendencia que un resultado deportivo. Por más que escurran de sangre los medios, el respetable reacciona como si se tratará de una serie o una elección publicitaria.

La propaganda, tal y como se practica en México, no ha servido para valiente la cosa. Los puntos de credibilidad y respaldo a la determinación del Ejecutivo están cayendo y son sustituidos por la impresión que el poder público está cuidando o es aliado de un cartel en pugna, es decir, que el presidente es un delincuente de cuello blanco que está movido por hilos de difícil comprensión y pestilencia.

El crimen organizado ha sabido darle la vuelta a la tortilla con acciones arriesgadas que impactan y seducen a que es invencible. Cada golpe se ha multiplicado cuidando las formas y, principalmente, el efecto. Ya no se asesina en la oscuridad y en despoblado; el raiting es fundamental y hay que hacerlo a la luz del día, cerca de edificios de seguridad pública, agregarle el efecto de un mensaje aparatoso y demostrar quien grita recio.

Ante la carencia de héroes reales, la imaginación popular está ungiendo a los criminales de una aureola de indestructibilidad que propicia el desánimo de la gente que está en la línea de fuego. La popularidad está en el bando equivocado, desafiando la mejor de las exposiciones contrarias.

El pleito desatado por los narcotraficantes al asesinar a dos ciudadanos norteamericanos trabajadores del consulado de Ciudad Juárez, Chihuahua, llega a la Casa Blanca, enfurece a Brack Obama y a Hillary Clinton, que le cantan la cuenta de protección a Calderón. El señor de Los Pinos promete, a sabiendas que en un muy poco cumplirá, y el avispero político de ambas naciones se enzarzan en una disputa que no gana nada y que sólo realza el ritmo que la delincuencia impone a dos gobiernos. Sí, dos gobiernos, que no saben cómo deshacerse de las alimañas que dejaron crecer.

Un punto es claro: el incidente de Ciudad Juárez fue un ejemplo, como otros, que mientras el gobierno y la sociedad mexicana no se pongan de acuerdo para dónde jalar, la unidad necesaria para encarar al adversario común es el talón de Aquiles de esta guerra absurda.

Y la misma observación es válida para los Estados Unidos y su pueblo; no es posible la conquista de una meta si todos tienen una distinta.

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