miércoles, 31 de marzo de 2010

APUNTES: LAS TRABAJADORAS DEL HOGAR

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Metidos en el esquema presidencial de reformar sin tocar privilegios, los legisladores preparan una propuesta laboral sin pies ni cabeza, pero cumplidora para tapar apariencias y sugerir que están preocupados por la materialización de las reivindicaciones de los trabajadores expuesta en el artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

En esa propuesta nuevamente se omite el trabajo doméstico como área de jurisdicción, facilitando la costumbre ancestral que las trabajadoras domésticas, en algunos casos, laboren en la semiesclavitud, recibiendo migajas de los múltiples beneficios que aportan a los hogares en que están ubicadas.

En México, según Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2008 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), un millón 816 mil mujeres se desempeñaban como trabajadoras del hogar. Dos años después y dadas las circunstancias adversas de la crisis económica, la cifra es mayor, puesto que solamente se contabilizó a las “profesionales” y no a una largo etcétera de mujeres que por lazos familiares, acuerdos en los oscurito o de plano la venta disfrazada consumen su existencia sin salir de casa, “ayudando” a “benefactores” de buen corazón.

En el marco jurídico, las trabajadoras domésticas están abandonadas por la Ley Federal del Trabajo y la Ley del Seguro Social, y aun en el mitote de la grilla, el tema no es rentable y, por ende, no se considera en las plataformas de los partidos ni en la demagogia imperante.

Mal acostumbrados a concebirlas en la mentalidad de “carne barata, carne de gata”, patrones y patronas establecen condiciones de rendimiento inhumanas a cambio de raquíticos sueldos o el engaño total de guardárselos para que ahorren.

Carentes de un contrato en forma, prestaciones, salario mínimo, horas extras, pensión, jubilación, maltratadas, acosadas sexualmente y vilipendiadas por el pleno de la sociedad, las “chachas” son una mancha imperdonable en el rostro angelical de la Patria, en el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución; ambos movimientos sociales que impulsaban el cambio a favor de los desposeídos.

Engañadas, embarazadas por machos de pisa y corre, madres solteras, las sirvientas resisten la adversidad de la existencia con una paciencia de heroína de telenovela y logran en su descendencia historias de éxito que tienden a ser olvidadas.

Por supuesto que existe en el gremio una minoría privilegiada que reciben oportunidades impensables para la mayoría, sin embargo, son la excepción de la regla.

En 1998, durante el primer Congreso de Trabajadoras del Hogar en Bogotá, Colombia, nació la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (CONLATRAHO), que designó el día 30 de marzo de cada año la conmemoración del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, pronunciándose a no seguir siendo llamadas “trabajadoras domésticas”.

Doce años después, la situación de esta fuerza laboral mexicana resiente la caída de empleos y la inseguridad; agravantes que lejos de posibilitar el manejo correcto de la necesidad de trabajo, estimula el abaratamiento del servicio y el círculo vicioso de la miseria humana.

En su momento, la Suprema Corte de Justicia de la Nación firmó dos sentencias definiendo que la labor hecha por las trabajadoras del hogar pertenece al ámbito familiar y, por consecuencia, no pueden darse derechos laborales en los mismos términos que al resto de los trabajadores.

Al honrar el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, Ricardo Bucio Mújica, presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), pretende reactivar una propuesta de 2007 con la anuencia la Comisión Especial contra la Discriminación de la Cámara de Diputados, que pide equiparar los derechos de las trabajadoras del hogar con el resto de la fuerza laboral del país amparada por la Ley Federal del Trabajo.

El documento resalta que las y los trabajadores del hogar tendrán derecho a la jornada legal, al pago de horas extras, a dos días de descanso semanal, vacaciones, derecho a la indemnización por despido injustificado, prima de antigüedad y derechos colectivos. Por primera vez, se señala que se podrán realizar inspecciones al trabajo dentro de los hogares.

En el apartado actual de la Ley Federal del Trabajo se apunta que los “empleados domésticos” disfrutarán de reposo suficiente para tomar sus alimentos y para su descanso, sin precisar por cuánto tiempo es el reposo, y señala que la retribución salarial comprende, además del pago en efectivo, los alimentos y la habitación que equivalen a un 50% del salario.

El camino para corregir esta desigualdad más que largo es sinuoso; amenazado por intereses políticos, que no humanitarios; enfrentado a usos y costumbres arraigados por siglos; y requerido, como otras tantas arbitrariedades, para construir una democracia real.

El día, por supuesto, pasó sin atención, y es que el caso Paulette, en el que dos sirvientas están arraigadas juntos a los padres de la menor desaparecida a causa de incongruencias en las declaraciones, sumado a los preparativos vacacionales impiden ver el rostro real de estas mujeres invisibles que permiten que todo esté al punto para no molestarnos un ápice,

Eso es decencia.

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