martes, 22 de diciembre de 2009

APUNTES: COMO EN BOTICA

Como es habitual en este tipo de asuntos pestilentes, las autoridades de todo tipo están poniendo distancia frente a la herencia sangrienta y el balconeo impúdico de la caída de Arturo Beltrán Leyva.

Casi de inmediato, las editoriales y las columnas políticas de los medios se dan golpes de pecho por el ofrecimiento, documentado, del fallecido Jefe de Jefes para limpiar de delincuentes comunes las zonas que lo cobijaran a cambio de que los responsables de la seguridad ciudadana voltearan hacia otro lado con la “mochada” correspondiente.

En un estilo que emana la doctrina calderonista del bien y el mal, los periodistas dicen a los lectores que eso estuvo muy mal, que no se debe hacer y que sucede lo que suceda, los políticos no deben de pactar con el narcotráfico.

Más que pretender evangelizar de forma tan idiota, el Gobierno Federal tendría que admitir, primero, que el crimen organizado duerme en la misma almohada de los funcionarios, después que los recursos financieros de la delincuencia (lavado por si las dudas) ha contribuido al encumbramiento de burócratas plenamente identificados con varios delitos, y que lejos de verse una conclusión a corto plazo de este enfrentamiento, el negocio fabuloso de las drogas está en movimiento y es flexible para recomponerse de inmediato y ungir a otro líder.

Deducir que el Poder Ejecutivo mandó un mensaje tajante a través del cadáver de Arturo Beltrán Leyva a sus subordinados para negarse a la oferta de los delincuentes, es una lectura ramplona, tendenciosa e incongruente con la realidad.

Como cualquier persona con unos dedos de narices sabe, el dinero es una tentación de grueso calibre y considerando la formación ética de los grillos nacionales, no van a quedarse sin blanca por escrúpulos u ordenes del Más Allá.

Después de limpiar el expediente, anular las implicaciones peligrosas y retocar la emoción pura, la población conocerá un botón de la poderosa magnitud del cartel de los Beltrán Leyva y constatará que una organización así no se da en árboles. Por supuesto, gente influyente metió el hombro para llevarlos al infinito, y esos “agentes” siguen trabajando.

Dar lecciones de integridad no le queda a una administración arbitraria como la de Felipe Calderón, que ha hecho de la ineptitud, quizá, la única virtud válida.

En el pasado siglo XX, el Sistema Político Mexicano estaba armado de tal manera que aun se podía pactar con la delincuencia y salir con las manos limpias. Auténticos profesionales en el uso de la persuasión o el descontón, los operarios del equilibrio pudieron tener a este país en ruta sin aspavientos ni derramamientos enloquecidos de sangre.

¿Cómo lo hacían? Ese era un Secreto de Estado que murió en el momento que el espejismo democrático apostó por la derecha, que en estos nueve años, lejos de gobernar, se ha extendido cual cáncer en los núcleos de poder con la intención de apropiárselos en perjuicio de las libertades civiles y las garantías individuales de los mexicanos.

Tener al ejército en las calles, facilitar a la Procuraduría General de la República el libre accionar e insistir en la exageración mediática del adversario llevan implícitas intenciones distintas a la impartición de justicia y la protección de la integridad ciudadana; son instrumentos de control de intereses distintos a la discusión pública.

En varias ocasiones lo hemos escrito en este blog: detrás de la persecución al narcotráfico está la definición de un poder absoluto que integre las ganancias delictivas y el poder institucional.

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