lunes, 21 de septiembre de 2009

MALA LECHE: LOS DINEROS DE LA PATRIA

Desesperados, Presidente, Gabinete y Partido están recurriendo a los argumentos más bajos para convencer a la opinión pública inducida y al Congreso de la necesidad urgente de aprobar el paquete de reformas hacendarías. Primero se agarraron de la “Patria” para conmover a la oposición, después los augurios apocalípticos financieros y, ahora, juegan con las vacunas contra la influenza, cuyo rebote, adelantado misteriosamente, estimula los ríos de tinta y las cataratas de palabras. De seguir la tendencia, serán capaces de llorar en todos los foros internacionales por la incomprensión de los ciudadanos y demandar una reprimenda mundial contra el pueblo desagradecido.

Sin embargo, si es el dinero la causa de la aflicción explíquense cómo el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana tiene asignado un presupuesto de MIL MILLONES DE PESOS para aventar el país por la ventana en los festejos del Bicentenario. Obviamente, nadie sabe a bien el uso de esos billetes ni la razón de ser tan espléndidos.

Así podemos numerar varios proyectos y no menos dependencias habituadas al derroche, sin estar obligadas a dar cuentas y sí familiarizada con la habilidad de esfumar fortunas. Como lo han apuntado otros colegas DODOS, la unidad adversa generada por el calderonismo no se va a resolver con amenazas y pataletas de espanto. La contabilidad nacional es indispensable en la aprobación del gasto y de los ingresos de un gobierno, en especial, cuando las carencias superan aspectos elementales de condiciones de vida deplorables en comparación a los impuestos vigentes de las personas físicas.

Austeridad significa un sacrificio fuerte de gobernantes y gobernados, y no señalamientos unilaterales francamente hostiles en todos los estratos sociales. Si es necesario una reducción de lujos, vamos rasurando parejo y no inventando otros caras de terror contra los dejados. El crecimiento de la burocracia en estos nueve años fue el dispendio y las pocas maneras de integrar a la nómina personal, proveedores y fantasmas de contentillo y confianza de los nuevos señores del poder.

Podríamos preguntar dónde están los millones de dólares por excedentes petroleros pasados, por desmantelamiento del narco, y otros renglones, discretamente echados atrás. Pero la respuesta es obvia: fueron despilfarrados en el beneficio directo de personajes íntimos a las administraciones correspondientes y sus paleros acompañantes.

No hay vuelta de hoja. Las cuentas del país, manoseadas o no, descansan en diferentes centros de consulta y el rumor popular, descansa en una base de verdad. No hemos podido salir de la crisis por un simple razonamiento mezquino: sólo los pendejos pagan.

En nuestros círculos sociales, comprobamos el cumplimiento de las disposiciones oficiales, en el presupuesto familiar atendemos los compromisos adquiridos y en el futuro de la familia tratamos de trabajar, a pesar de las miles de trabas ideadas por los zombis de traje oscuro.

¿No puede hacer el Gobierno lo mismo? ¿Carece de los tamaños para dejar de pedir chiche y valerse por sí mismo? ¿No está integrado por cerebros de primerísimo nivel? ¿No paga sus obligaciones?

Ser mayores de edad implica afrontar la supervivencia de a cómo nos toque y el Gobierno debe de poner la ruta. Nosotros trabajamos jornadas superiores a las ocho horas con sueldos de risa nerviosa y, empero, sacamos el sustento. Entonces el Gobierno puede reducirse y trabajar para desquitar el sueldo. No necesitamos mil millones de pesos para una fiesta conmemorativa de dos acontecimientos a la fecha inconclusos. Reviremos el populismo y la demagogia y como machines saquemos al buey de la barranca.

Señor Presidente deje de llorar y trabaje con lo indispensable. Quizás recuperaría un poco del prestigio perdido.

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