domingo, 20 de septiembre de 2009

EDITORIAL: EL COSTO DEL AMARILLISMO MEDIÁTICO

La balacera ocurrida en la estación del metro Balderas, de la Ciudad de México, sumada a una serie de eventos vinculados a la frágil seguridad del país, mueve a los golpes de pecho de ciertos medios hipócritas y cínicos, capaces de vender a sus progenitoras con tal de atraer público y luego desdecirse de la venta ante el horror de las consecuencias. Señores de la desinformación y el control social, bájenle unas líneas a su relajo.

EL ÚLTIMO DE LOS DODOS ha señalado en reiteradas ocasiones la descomposición de las instituciones gracias a la ineficiencia de los titulares y ese planteamiento es válido para las áreas de protección ciudadana. Si fuéramos sinceros, población y gobierno, reconoceríamos la debilidad estructural y de reacción para proteger la integridad de los mexicanos y de sus visitantes.

Cualquier espacio masivo o cualquier tipo de transporte público es sujeto de un ataque mortal, sin sumar los miles de focos rojos establecidos en la nación en forma de negocios mal planeados y peor ubicados, es decir, México ha permitido rodearse de bombas de tiempo sin el reparo civil o el escándalo periodístico de, por ejemplo, las columnas políticas.

Es verdad, no se puede medir a un país por un evento aislado, como concluyó el Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, pero cuando los habitantes voltean al azar y se encuentran otra estampa trágica, el diagnóstico cambia.

Sin ir muy lejos, después del terremoto y su réplica en septiembre de 1985, la administración federal aseguró no facilitar permisos de construcción a proyectos mayores de tres pisos, en 2009, la Torre Monumental es un excelente vigilante del honor y la palabra de los políticos.

Asegurar el fin del narcotráfico en un corto plazo es una cosa, lograrlo es otra. En la misma línea, calificar a todos los involucrados en acciones de terror como: enfermos mentales es salirse por la tangente. Reducir la colocación de petardos en establecimientos comerciales como mera casualidad tampoco es digerible. Como son las exageradas coberturas mediáticas para salir con el rosario de frente y alarmarse por la histeria provocada.

El estar regodeándose con la sangre y el fuego es una constante en el periodismo amarillista practicado por la mayoría de los informativos en activo. El despliegue de imágenes y relatos perturbadores ponen a la audiencia al borde del asiento y en un estado de alerta imposible de atenuar.

Quienes practicamos la Comunicación Social tenemos la obligación de mantener la cordura e informar la noticia en una dimensión exacta. No más, no menos. Estamos para facilitar el acceso a la verdad, no a la histeria. Son irreparables las pérdidas de las vidas humanas, pero eso no autoriza montar un circo e invitar al morbo al estilo de “mándanos tus videos y tus fotografías” y gocemos de una bacanal sangrienta.

No obstante, los venerables medios de información nacional están siguiendo la pauta de la televisión: violencia, sangre y sexo son rating. Entonces, no es suficiente informar, es indispensable embarrar las tripas de los caídos en las páginas del periódico o en los sitios de Internet; es fundamental captar el momento agónico y treparlo a You Tube. Cuanto se desprende de ello no es su bronca, pero da pie a una cadena interminable de sensacionalismo “comercial”.

EL ÚLTIMO DE LOS DODOS está en contra de esa forma de periodismo y espera no ser una voz predicando en el desierto. Hemos sido críticos, burlones, ácidos y otros calificativos ganados a pulso. No obstante, nuestra línea editorial es clara: tenemos una responsabilidad y un respeto a nuestros lectores. Por ende, el morbo y el amarillismo están proscritos de nuestro material, a menos de no ser para denunciarlo o burlarnos francamente del troglodita encargado.

Hacemos, pues, un llamado a la inteligencia, la razón y control personal de la sociedad para no caer en trampas idiotas o penitencias confesas de quienes trafican con el dolor y la tragedia ajenas para, en el punto álgido de la reacción, darse de nopalazos en la espalda.

Mientras nuestras mentes estén claras, difícilmente los intereses ocultos en estos actos reprobables podrán levantarse con la victoria. Seamos ciudadanos objetivos.

1 comentario:

Frankspotting / Teporingo dijo...

Coincido, no es posible que este medio imite a la televisión porque su naturaleza es otra. Sería preocupante que la comunicación digital imitara a la TV, pues su capacidad morbosa y destructiva podría ser exponenciada como las peleas de adolescentes en celular subidas a Youtube, los foros de Ana y Mía, etc. Tristemente es un vicio mediático combinado con otros males como el cáncer-alzheimer político que sólo parace tener voluntad para ponerse cada vez peor. El costo del amarillismo mediático es convertirnos es potenciales videos snuff y degradar cualquier vinculación de humanidad.