domingo, 3 de mayo de 2009

EDITORIAL: LA INFLUENCIA DE LA INFLUENZA X

Por: Raúl Gómez Miguel

Aprovechando la sinergia aterradora de la expansión de la influenza humana por el mundo, los medios de (des)control social comienzan a prolongar el miedo sustentándolo en el “rebote” infeccioso que puede ocurrir en los meses finales del año. La táctica les cubre perfectamente las espaldas para hacerse de la voluntad masiva y negociar con ella lo que se les venga en gana. Aun los llamados a la cordura del Gobierno se les escurren por el negocio potencial que representa en audiencia y anunciantes el terror a un futuro inexorable y espantoso.

Los votos para prolongar el tiempo de regreso a clases en todos los niveles de la educación del país van ganando conciencias porque el virus no ha dado muestras de estar bajo control dentro de los estándares sanitarios mundiales, por ende, es probable que para el once de mayo se decida la apertura de las escuelas.

Poco a poco, la Organización Mundial de la Salud va resolviendo el embrollo mexicano y reconoce que la administración federal hizo caso omiso a las advertencias previas de un brote epidemiológico serio en su territorio con la clásica desfachatez de no admitir la intromisión en áreas delicadas de la seguridad soberana. Sin contar el detalle que desde 1999, la OMS recomendó a México la instalación de laboratorios de última generación precisamente ante este tipo de urgencias que ocurrían en Países menos débiles.

Los incidentes locales de persecución a connacionales guardan no sólo la estrechez de miras de los agresores, sino la de los “turistas” que se niegan a aceptar el estado de emergencia que se vive y que han tomado con irresponsabilidad su potencial exposición al virus de la influenza, asumiendo el asueto obligatorio como una invitación al desmadre y el reventón, eludiendo que precisamente el tránsito de personas es el primer elemento a considerar en la contaminación de los pobladores.

Carentes de una política exterior fina, la Secretaria de Relaciones Exteriores reclama respeto y consideración para los mexicanos y las mexicanas en el extranjero, olvidando que una cosa es la sensibilidad humanitaria y otra la ausencia de México durante nueve años de la escena mundial que le ha costado minimización y repulsa en uno de los poquísimos renglones que estuvieron a la altura en todos los gobiernos “emanados de la revolución”.

Los ciudadanos que viven al día y están obligados a estar guardados en sus hogares enfrentan una decisión comprometida o la salud, sea lo que esta signifique, o la supervivencia que es más clara y más urgente. Es hora que el responsable directo del gobierno en estos menesteres defina la forma de ayudarlos en proporción similar al resto de los beneficiados a priori como las empresas y sus notables.

El literal abandono del resto de los senadores, diputados y magistrados al pueblo del que tanto se ufanan repercutirá al parejo en el resultado electoral. No es posible que en los días que se escurren, los intocables persistan en argucias para mantener privilegios y evitar que sus trinquetes sean documentados para el bien de la opinión pública.

Y México no es el único país que no cree en los Partidos Políticos, según reporta la Organización de las Naciones Unidas, una línea importante de naciones van aceptando que el esquema representativo y seudo democrático no es funcional en estructuras estatales ahogadas en la corrupción y el nepotismo. Estamos asistiendo al ocaso de los Estados – Nación y al surgimiento, aún anárquico, de formas de sociedades políticas menos estáticas y más flexibles en el manejo de las relaciones internas y externas de los países.

Para la gente que está harta del virus de la influenza sólo le recordamos que no es que TODOS estemos enfermos, sino que TODOS somos una posibilidad de contagio y que el objetivo central de las instancias de salud es precisamente cortar la cadena de transmisión y no acabar atiborrando las playas populares de México de masas procedentes de todos los puntos a fin de mostrar que o esta emergencia es una vacilada o están tocados por el dedo de Dios para que no les pase nada.

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