viernes, 3 de abril de 2009

MARASSA: CRISIS, CALOR Y VIOLENCIA

Y MEXICO, UN CALDO DE CULTIVO

Por: Ana Laura Domínguez

Está más que visto que el 2009 no va a ser un año fácil para nadie. La bronca de “la crisis mundial” seguramente se extenderá por varios años más. Obvio, México no es la excepción de este descalabro financiero y laboral.

Afortunadamente no hemos visto a personas desesperadas lanzándose de los edificios, pero la situación económica es muy parecida a lo ocurrido en la bolsa de Estados Unidos en el Crack del 29.

Aquí en la Ciudad de México, una de las más caóticas del mundo, no solamente hay un jueves, lunes y martes negro; todos los días lo son y no precisamente porque los mercados de valores no repunten, sino por la violencia que se vive a diario por las calles de la gran urbe, como consecuencia del desempleo, la inestabilidad económica familiar y también, aunque no lo crean, por el calor.

Los taxistas, repartidores y vendedores, salimos a jugarnos el pellejo diariamente, con la finalidad de conseguir unos cuantos pesos. No sólo estamos expuestos a las altas temperaturas, al tráfico y a la histeria colectiva de los miles de automovilistas que nos sentimos atrapados por las obras viales y la excesiva cantidad de vehículos, lo peor de todo es que estamos en las garras de los delincuentes armados, que también salen a jugarse la vida tratando de atracar a algún despistado conductor que va con las ventanillas abiertas.

Hace algunos años, la violencia automovilística no pasaba de un leve cerrón, una mentada de madre “manual” o “sonora” y listo, cada quién se quedaba con su coraje atravesado. Ahora gracias a un simple “cerrón” o a un “me ganó el lugar para llegar primero al alto”, corres el riesgo de que el otro automovilista, histérico, corajudo y sobre todo con muchos pantalones y muy poca conciencia cívica y moral, tras una buena sarta de injurias, palabrotas y manoteos, se baje de su auto y te encañone a través del parabrisas así, sin más ni más. En ese preciso instante crees que te vas a morir y no sólo porque ves al tipo enfrente de ti con la pistola apuntando a tu cabeza, sino porque es tanto es susto que lo primero que te viene a la mente (y al pecho) es un condenado infarto.

Después de unos cuántos segundos de terror, piensas en bajarte y en entregarle el coche al fulano. Pero no, resulta que no es un atraco. El tipo simplemente está loco y quiso pegarte un susto amedrentándote con su pistolita, que vaya uno a saber si es de verdad o de “mentiritas”, pero por lo pronto ya te acomodó un buen calambre. Tratas de seguir tu camino y de cumplir con la empresa que tenías encomendada para ese día. Desgraciadamente, ya te convertiste en un paranoico, temeroso de cualquier coche que se te acerca y sobre todo de los demás conductores que te miran a través del cristal, ya que hasta la viejita más dulce te parece “sospechosa”.

Psicosis, histeria, stress y ansiedad en combinación con la falta de empleos, la dichosa crisis económica, la sobrepoblación, los cambios climáticos y hormonales.

Estamos inmersos en un espeso caldo de cultivo. Casi sin darnos cuenta la Ciudad de México se ha convertido poco a poco en nuestra propia cárcel, con todos los delincuentes sueltos y conviviendo con las personas que se dicen llamar “de bien”.

Pareciera que no tenemos para dónde hacernos ni a quién echarle la culpa pero lo cierto es que todos somos culpables.

Culpables por nuestras malas decisiones (al elegir a nuestros dirigentes por ejemplo); culpables por nuestros malos modales, malos tratos y malos modos (la agresión genera más agresión); culpables por nuestra falta de conciencia ciudadana, la falta de ética, de moral, de cultura.

Como lo dije alguna vez, la crisis se enfrenta con inteligencia, convirtiéndola en oportunidad. Nadie dijo que es fácil, pero tampoco es pretexto para que nos comportemos como animales, atacándonos unos a otros.

El problema ya lo tenemos encima y no se va a resolver ni con unos espectaculares que nos dicen: que “las cosas no se solucionan a balazos” o “que la violencia comenzó en alguna casa”, o que “pena de muerte a asesinos y secuestradores” (aunque no estaría nada mal); pero tampoco lo vamos a lograr con agresiones, atracos, mentadas de madre, paranoia, miedo y holgazanería.

Se escucha trillado pero es verdad pura: tenemos que empezar por nosotros mismos, por cambiar de actitud cada uno de nosotros, por hacer nuestro mejor esfuerzo en lo poco o mucho que podamos realizar.

La no-violencia es cultura, es educación, es avance y puede llegar a ser progreso.

Insisto, el panorama no se ve nada fácil, pero tampoco debe resultar tan desolador. Es hora de comenzar a desalojar a todos esos gérmenes que espesan el caldo de cultivo, antes de que se produzca más contaminación.

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