miércoles, 29 de abril de 2009

EDITORIAL: LA INFLUENCIA DE LA INFLUENZA VI

Por: Raúl Gómez Miguel

Comienza a resquebrajar la congruencia entre información de las autoridades federales y la del resto del mundo.

Por alguna razón que todavía nadie explica, las declaraciones del Poder Ejecutivo y las de los Secretarios de Estado se comportan como una larga sucesión de correcciones que hacen mella en la credibilidad de la gente.

Gracias a la globalización tecnológica es posible para cualquier ciudadano encontrar datos de cómo se está viviendo la extensión del virus de la influenza porcina en diferentes países y las medidas que sus gobiernos han tomado para hacerle frente. La diferencia es abrumadora.

El temor que la infraestructura sanitaria de México sea insuficiente se está cumpliendo, agravado por los testimonios documentados de muertes por diagnósticos erróneos y afluencia ilimitada de pacientes.

Extraña que las eminencias médicas del país y no los doctores metidos a políticos, no hayan declarado, desde sus especialidades, el saber mínimo indispensable que requiere la sociedad en esta eventualidad negativa.

La importación de tapabocas y las visitas de los medios masivos de control social a los cinturones de miseria de la capital subrayan que el mercado negro surgido a causa de la falta de opciones y el arraigado divisionismo de clase nunca volverán pareja la atención y la prioridad gubernamental.

¿Cuánta vale una vida? Según de quién sea, contestarán los empresarios, que pusieron el grito en el cielo al aplicarse otras decisiones de prevención que afectan directamente sus intereses monetarios. De un minuto a otro, el compromiso y la responsabilidad social que presumen y compran se evaporó surgiendo el alma de rentabilidad que les es propia y las amenazas veladas no se hicieron esperar: recesión, inflación, despidos y presión a unos representantes que dependen directamente de ellos.

La frivolidad de la televisión privada le entró a las rancheras y anunció que las telenovelas acostaron los besos para no exponer a sus muñecos.

En proporción al alargue de la contingencia, las preguntas crecerán de tono y fuerza porque habrá mucho que explicar. No es posible que el Senado o el Congreso tengan mayores garantías sanitarias que el pueblo al que representan, siendo sus integrantes responsables directos de pésimas iniciativas y leyes que han hecho del país esto. Es criminal que la burocracia se cubra, destapando a los millones de pobres a la buena de Dios.

Ni el fervor religioso consuela al estar cerradas las iglesias y, por primera vez en la historia, no poderse conmemorar “in situ” como cada día 28 de mes a San Judas Tadeo, precisamente el “titular” de las causas perdidas.

El próximo día tres de mayo, en que arrancan legalmente las campañas políticas, probarán la supuesta solidaridad entre los partidos y veremos cómo politizaran el silencio que han guardado. Porque cosas diferentes son la nobleza de sentimientos y la idiotez de perder el “hueso”. Veremos a quiénes les toca pagar la factura.

Es sintomático que los diarios y los noticieros le hayan bajado niveles al show histérico que les identifica y, poco a poco, introduzcan nuevas de poco interés de opinión. Ya sea por disposiciones de “muy arriba” o por una evaluación de audiencia: la muerte no está redituando.

A modo de colofón parece que la certeza en salud a la mexicana, es que no hay certeza. Digamos que la ruleta da vueltas y vueltas hasta que nos toque. Veamos el rendimiento de las caravanas de la salud y el riesgo de lo que destapen.

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