viernes, 27 de marzo de 2009

MALA LECHE: MEXICAN CURIOUS

La visita de la señora Hillary Clinton, Secretaria de Estado de nuestro vecino del norte, dio oportunidad para que sonaran los caracoles y retumbaran las pirámides de la grilla nacional para poner a México de a pechito con la sonrisa envidiable de la ex primera dama estadounidense que supo dar cuenta de las tablas y el decoro que implica cargar con la diplomacia imperial.

Ni tardos ni perezosos, los emplumados, digo los señores funcionarios, y el Huey Tlatonai agradecieron a los dioses que una hija de Quetzalcóatl bajara por estos lares trayendo un mensaje de amistad y promesa. Sin bochornos, las tribus que conforman el país enviaron a sus emisarios a constar el prodigio y tomarse la foto, aunque les robe el alma, al lado de tan afamada autoridad.

En el habitual intercambio de alabanzas la señora Clinton mostró el don de dar atole con el dedo y hasta se dio al juego de posar con algunas nativos destacados sin faltar por supuesto la visita a la Basílica de Guadalupe y el clásico recorrido mágico musical por el lugar, destacando el ayate y otras pruebas incuestionables de las apariciones de la diosa Tonantzin.

Enalteciendo la gestión del Huey Tlatonai blanquiazul, Clinton aventaba rostro y prometía algunos dólares y dos, sí dos, helicópteros “Black Hawk”, de esos que se cayeron en Somalia, para facilitarle a los guerreros oficiales la lucha contra las fuerzas de Tezcatlipoca, el negro, que andan jorobando con apagar el sol a punta de balazos.

La cena ofrecida por la esposa del Huey Tlatoani a doña Hillary fue una monada según las costumbres de los naturales y estuvo plagada de emisarios y recomendados que empeñaron hasta los quetzales a fin de darle una miradita a la blanquita ojiazul.

Después las autoridades competentes mostraron a la Secretaria de Estado el funcionamiento de los sistemas de seguridad agropecuarios que facilitan la persecución de los chichimecas irredentos que tratan de minar la fortaleza de los templos y piedras de los sacrificios.

Los maestros tlacuilos dejaron testimonio del importante presagio en voluminosos códices para que en el futuro, los chilpayates sepan de este trascendente acercamiento con los dioses.

En resumen, la relación bilateral México – Estados Unidos pasa por su mejor momento, a pesar de nuestra carencia de una política exterior sensata y medianamente funcional, según dedujeron los “expertos” en este menester.

Allanado el camino, pronto, muy pronto, se dejara caer por el ombligo de la luna y mafufadas similares el Huey Tlatonani del mundo civilizado para echarse una platicadita con el nuestro y poner algunas cosas claras, que aunque negras, serán positivas. Primero: que una cosa es que tengamos una frontera común y otra que seamos iguales; que o da saldos positivos en esto del narcotráfico o nos asignaran alguna comisión de funcionarios serios de allá para poner el orden; que eso de ponerle impuestos altos a los globos de colores que llegan de los Estados Unidos sólo demuestra que México sabe un pito de economía; que mientras el desorden sea del lado mexicano y no dañe los intereses legales o ilegales de los “american citizens” el espectáculo puede continuar; que los drogadictos de Estados Unidos se cooperan con la lana para la compra de los implementos necesarios para que los paisas griferos sigan en el negocio; y que recuerde el Huey Tlatoani blanquiazul que Washington también vota y que no ande haciendo alianzas extrañas con países de tercera para no verse en la vergonzosa determinación de cambiar de banda e irse con los ladinos tracaleros del tricolor, o en la desesperada, hasta con la maestra, que sabemos como se las gasta.

Pero doña Hillary fue linda y terminó de comadre de México. La próxima vez que venga le preparemos unos moles rociados de harto tlapehue y a zapatear pasito duranguense. Una cosa de verdad bonita; algo bien “mexican curios”.

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