sábado, 28 de junio de 2008

SIMULACIONES REPRESENTATIVAS: La globalización ¿paradoja en las prácticas artísticas actuales?

Por: Eduardo Acosta Arreola

¿Qué es la globalización? ¿Cuál es su relación con el arte? ¿Bajo qué paradigma se pude mirar a la esfera del arte en un mundo globalizado? ¿Existe una posición política y social del arte ante los cambios producidos en la cultura por los modos de producción actual?

Las preguntas nos pueden llevar por diversas direcciones, por un lado, el término "globalización" ha adquirido una fuerte carga emotiva. Algunos consideran que la globalización es un proceso beneficioso (una clave para el desarrollo económico futuro en el mundo), a la vez que inevitable e irreversible. Otros la ven con recelo, incluso temor, debido a que consideran que suscita una mayor desigualdad dentro de cada país y entre los distintos países, amenaza el empleo y las condiciones de vida y obstaculiza el progreso social.

La globalización surge en los 80 como un concepto económico que emerge de las universidades de Harvard, Columbia y Stanford, las cuales difundieron y popularizaron rápidamente a través de artículos de mercadotecnia diseñados para sacar las economías de los países más avanzados. Inmediatamente después, fue apropiado por el discurso político neoliberal, para definir la orientación de un “nuevo” modelo económico y de producción. Por lo tanto, contaminó el análisis sociológico y antropológico (sobre todo, en sus aplicaciones al campo cultural), ya que el concepto amenazaba las estructuras y mecanismos de inserción social. [1]

Así, el deslizamiento del concepto entre una pura teoría económica y el discurso político y cultural introduce una renovada visión de modernidad, que instaura el imaginario global, devolviendo una experiencia individual y colectiva que justifica y precede a sus redes de información, es decir los medios masivos de comunicación.


Ahora bien, ¿la globalización perjudica o ayuda al arte? Es indudable que la globalización influye directamente sobre la cultura, y recordemos que el arte es una minúscula parte de ella.

Tenemos entonces que el arte responde de varias maneras. Para algunos, ante el nuevo sistema, los conceptos de nación, territorio y frontera son colapsados dando paso a una nueva geografía horizontal dominada por el poder tecnológico[2], y, sobre todo, económico de las grandes compañías trasnacionales que necesitan lenguajes, instituciones y usos internacionales que hagan posible la comunicación en escala global.

La globalización sólo es posible en un orbe que ha sido previamente reorganizado por el colonialismo, con la cultura occidental actuando como un macrosistema que articula el mundo contemporáneo.[3]

Cuando vamos a ver una exposición de arte contemporáneo nos sentimos raros, ya que lo vemos no corresponde con o que nos han enseñado que es el arte, y lo que nos han enseñado que es arte, como concepto, surge en Europa en el XV. Pero, paradójicamente, estamos dispuestos a aceptar que cada época, por sus propias necesidades culturales, expresa una forma determinada de arte que le es propia y, por tanto, distinta a formas artísticas del pasado.

“Antaño, el arte debía preparar o anunciar un mundo futuro: hoy propone modelos de universos posibles.”[4]

Entonces, ¿cómo determinar lo que caracteriza a nuestro tiempo y, por lo tanto, lo define? La mejor manera de hacerlo es, como ya vimos, contextualizando en función de los modos de producción y la tecnología, así pues, el arte tiene que enfrentar, plasmar, interpretar o demostrar, quiera o no, lo que es la globalización.

En la actualidad se debate como problemática del arte la identidad y legitimación del mismo como respuesta a la globalización, donde hay una parte del arte que empuja hacia un sistema radial, y otro en pos de una efectiva interconexión de todo el planeta mediante una trama reticular de comunicaciones e intercambios.

Mari Carmen Ramírez señala que el problema central no radica en la afirmación o en la negación de una determinada identidad (sea esta nacional, regional o continental), sino en la toma de posiciones con respecto a los condicionantes económicos y sociales que determinan el acceso o la falta de acceso a redes de intercambio artístico global.[5] Es decir, el problema central es quien legitima a las identidades. La identidad, no debemos olvidar, es una construcción que sirve para hegemonizar el poder. Y es el poder, o sus esferas, incluida la del arte, quienes legitiman o no a las prácticas artísticas.

La siguiente pregunta sería ¿cómo es el arte y cómo son las prácticas artísticas en la actualidad? Pues al igual que en el pasado, siguen siendo muy diversas y se podrían hasta clasificar, pero ¿cómo son las prácticas artísticas legitimadas por la esfera del arte?

Hoy las prácticas artísticas, o las obras de arte, ya no tienen por objetivo formar realidades imaginarias o utópicas, intentan modelos de acción o modos de existencia, dentro de la realidad existente.

“… aparece la figura del artista internacional de la instalación, nómada postmoderno que se desplaza de una exhibición internacional a otra, llevando en su maleta los elementos de la futura obra o las herramientas para hacerla in situ. Esta figura, alegórica de los procesos de globalización, representa una ruptura clave con la figura del artista-artesano vinculado con un taller, donde realiza su obra para ser exportada. El artista se exporta ahora a sí mismo. Su trabajo se aproxima más al del gerente o el ingeniero, que viajan constantemente para atender proyectos y negocios específicos. El taller, ese lugar vulcánico ancestralmente vinculado con el artista, queda más como laboratorio de proyecto y diseño que de producción. Se quiebra así el vínculo físico demiurgo-taller-obra, que los asociaba en un espacio fijado y, más allá, con un locus y sus genios. Este tipo de obra y metodología están en relación genética con el lenguaje minimal-conceptual internacional. Con ellas se facilita y abarata notablemente un tipo de circulación basada en las bienales, las muestras temáticas y otras formas de exhibición colectiva "global".[6]

Existe en el arte actual una herencia de los años 60 y 70, donde podríamos destacar algunas características principales; es procesual, es decir, esta orientado hacia el objeto o producto a través de su proceso y realización; regularmente se desarrolla en emplazamientos públicos y toma forma de intervención temporal; se sirve de la tecnología y de los medios de comunicación con el fin de enviar mensajes que subviertan las intenciones usuales de las formas comerciales; utilizan métodos colaborativos de ejecución, es decir realizan investigación preliminar, así como la actividad organizativa y la orientación de los participantes.[7]

El arte actual es por definición un arte híbrido, donde la participación se convierte en un medio de autoexpresión y/o autorrepresentación. Tenemos pues, que lo novedoso dejó de ser un criterio o un juicio de valor para calificar a la obra de arte.

Actualmente se encuentra presente la posibilidad de un arte relacional (un arte que toma por horizonte teórico la esfera de las interacciones humanas y su contexto social, más que la afirmación de un espacio simbólico autónomo y privado)[8] y surge a propósito de la globalización y de la extensión de la misma a casi la totalidad, por no decir que a todos, de los aspectos culturales.

Entonces tenemos que la diferencia entre las prácticas artísticas actuales y las del pasado, es el lenguaje artístico, la forma:
“Muy a menudo se define la forma como un contorno que se opone a un contenido. Pero la estética modernista habla de belleza formal refiriéndose a una especie de (con)fusión entre forma y fondo, a una adecuación ingeniosa de éste a aquella. Se juzga una obra a través de su forma plástica; la crítica más recurrente, en relación a las nuevas prácticas artísticas, suele consistir en negarles toda eficacia formal o en revelar sus carencias en la resolución formal. Si observamos las prácticas artísticas contemporáneas, más que de formas habría que hablar de formaciones: en oposición a un objeto cerrado sobre sí mismo por medio de un estilo y una firma, el arte actual muestra que no hay forma más que el encuentro, en relación dinámica que conecta una proposición artística con otras formaciones artísticas o no.”[9]

Así, pues las prácticas artísticas actuales buscan entablar un dialogo directo a través de las interacciones humanas, es decir, radican en la invención de relaciones entre sujetos, donde la forma no toma su consistencia hasta que se juega con las interacciones.

Esta forma de entender el arte y la relación del artista con los procesos de transformación social es algo que en cierta manera recorre todo el movimiento de reacción ante la globalización.

Por último, ¿las prácticas artísticas actuales son una resistencia contra la globalización o son reflejo de la época? ¿de qué modo estas prácticas se incrustan e la esfera del arte? ¿para validarse a sí mismas? Muchas de las preguntas aquí planteadas quedan sin respuesta y surgen otras.

Grupos de activistas subvierten y amenazan el lenguaje del poder al tiempo que crean su propio lenguaje y artistas que, cuestionando los límites de lo estético, llegan a cuestionar los límites de lo social. Pero no nos confundamos: el peso aquí se centra en la destrucción de la dominación explotadora sobre los seres humanos y el medio ambiente y en la construcción de alternativas a dicha dominación, la lucha simbólica siendo tan sólo un aspecto de muchos otros frentes y modalidades de lucha.

Sin duda, dentro del espectro cultural sigue existiendo una paradoja que nos muestra el único reducto de resistencia que nos queda a los seres humanos, ante los embates tecnológicos y económicos de la globalización, el arte.


BIBLIOGRAFÍA
Blanco, Paloma, Modos de hacer, arte crítico, esfera pública y acción directa, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2001.

Mosquera, Gerardo, “Notas sobre globalización, arte y diferencia cultural”, texto publicado en Zonas de Silencio, Rijksakademie van beeldende kunsten, Ámsterdam, 2001.

Ramírez, Mari Carmen, “Identidad o legitimación. Apuntes sobre la globalización y arte en América Latina”, Arte Latina, noviembre 2000.

Debriose, Oliver, “Soñando en la pirámide”, Curare, No.17, enero-junio, 2001.





[1] Debriose, Oliver, “Soñando en la pirámide”, Curare, No.17, enero-junio, 2001.
[2] Ramírez, Mari Carmen, “Identidad o legitimación. Apuntes sobre la globalización y arte en América Latina”, Arte Latina,
[3] Mosquera, Gerardo, “Notas sobre globalización, arte y diferencia cultural”, en Zonas de Silencio, Rijksakademie van beeldende kunsten, Ámsterdam, 2001.
[4] Bourriaud, Nicolas, “Estética relacional”, en Blanco, Paloma, Modos de hacer, arte crítico, esfera pública y acción directa, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2001.
[5] Ramírez, Mari Carmen, Op. CIt.
[6] Mosquera, Gerardo, Op. Cit.
[7] Felshin, Nina, “Pero ¿esto es arte? El espíritu del arte como activismo”, en Blanco, Paloma, Op. Cit.
[8] Bourriaud, Nicolas, Op. Cit.
[9] Ibid.

viernes, 27 de junio de 2008

EDITORIAL: Agradecimientos




Para ser una especie en extinción resulté bastante querido, aceptado y apoyado por una diversidad de entidades -humanas y no- que hicieron suyo el Manifiesto Dodo y que comprendieron el mensaje: el límite sólo existe en nuestra mente.
Mención especial merece Maura Hill que tuvo a bien producir uno de los mejores retratos existentes sobre mi persona y que engalana esta página.
Agradezco a Mirna Martínez quien se comprometió a darme movimiento para dinamizar las secciones y lo que vaya haciendo falta. En caso de incumplimiento, caerá sobre ella la maldición Dodo.
Daniel Hosoya contribuyó a resolver los problemas técnicos de mi presencia en el ciberespacio.
Valeria Martínez –la de la bonita sonrisa- tuvo la genialidad de aportar otra personalidad a mi multifacética presencia, misma que verán más adelante y que se titula El Dodo de la Mancha.
A todos los Dodos Honorarios que han contribuido con material propio y ajeno al nacimiento de este proyecto les doy las gracias con todas mis plumas.
Devolviendo la atención aplaudo y beso muchas veces al Abuelo que fue el instigador para meterme en estos trances tecnológicos y abrirme a este mundo extraño pero fascinante y que, desde su blog (abueloinheartny.blogspot.com), me ha echado muchas porras para que sus lectores también me visiten.
A Youtube que facilitó los videos correspondientes a las participaciones cinematográficas de algunos de mis parientes que, aunque no les hacen mucha justicia, sí son fieles a nuestro espíritu juguetón y emprendedor. Saludos y un baile para Porky.
Vaya un Baile Dodo para todos aquellos que han tenido la gentileza de comentar los trabajos aquí expuestos. No sean tímidos, sigan haciéndolo y pasen la voz.
Y aunque ya lo saben se los repito: El último de los Dodos es un proyecto que vive de los demás para los demás.


Let’s do The Dodo.


El ultimo de los Dodos

LA STREGA: Naturaleza y Folklore del Dodo


Por: Raúl Gómez MIguel

El dodo o dronte (Raphus cucullatus) era un ave de un metro de alto, pesaba entre 13 y 25 kilogramos, se alimentaba básicamente de frutas y tenía un pico curvo especialmente apto para partir los cocos. Vivía en las islas Mauricio ubicadas en el Océano Índico (al sureste del continente africano).

Los portugueses invadieron su hábitat en el siglo XVII y lo llamaron Dodo que significa estúpido o bobo ya que era muy fácil de atrapar debido a que era incapaz de volar. El arribo de los humanos y las especies que llevaron con ellos alteraron el ecosistema, particularmente los bosques de los que dependían los dodos, acarreando su destrucción. Además, como ponían sus huevos en el suelo, tanto humanos como animales abatieron rápidamente sus posibilidades reproducción. Sólo bastó un siglo para que el dodo quedara totalmente extinto.

Esta ave aparece en “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Caroll donde organiza una carrera en la que toma la original decisión de que como todos han ganado, todos son acreedores a un premio.

En la época del cine y, en especial, de los cortos animados, el pájaro Dodo ha protagonizado producciones memorables como Porky in Wakyland, de 1938, donde el cerdo favorito de Warner Brothers viaja a África para capturar al último ejemplar de la especie sin saber que el Dodo se ha multiplicado y, no sólo eso, sino que ha aprendido a bailar con un estilo único y atractivo. En 1949 se realizó un remake del corto con el nombre
Dough for the Do-do, mejorando trazos y fondo, según las necesidades del Technicolor. Ese mismo año la compañía Terry Toons estrenó Dingbat Land, pieza que copia la trama de la Warner y presenta a los personajes Sourpuss y Gandy Goose.

Hoy, el pájaro Dodo participa en algunos episodios animados de Tiny Toon Adventures, a través de su hijo Gogo Dodo, y en el cómic de Looney Tunes, representando la cara chistosa e irreverente de las cosas.

Entre los honores recibidos por el pájaro Dodo, el corto original de Porky ocupó el octavo lugar en la lista de los mejores cincuenta dibujos animados de todos los tiempos, de acuerdo a la crítica de mil personalidades del mundo de la animación, dada a conocer en 1994. Seis años después el National Film Registry y la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos lo eligieron para ser preservado por su valor estético e histórico.

El calificativo “último de los Dodos” expresa la condición de único, de extinción y de “algo” irrepetible.

Y a ese pájaro y ese nombre, este espacio honra.

Let’s do the Do-do.

lunes, 23 de junio de 2008

SIMULACIONES REPRESENTATIVAS: Jeff Wall en el Museo Tamayo

Por: Eduardo Acosta Arreola

Sin duda, algunas veces es mejor no conocer al artista y solamente apreciar su obra. Al menos me lleve esa impresión de la charla y exposición que Jeff Wall presentó en el Museo Tamayo, la cual estará del 5 de junio al 14 de septiembre del presente año.

Para los que nos gusta “la fotografía”, y en general para los que el arte es necesario, Wall es un referente contemporáneo obligado, ya que desde los 70 ha cuestionado tanto al medio artístico como al fotográfico, estando a la par de Cindy Sherman, Jean-Marc Bustamante, Graigie Horsfield, Suzanne Lafont y John Coplans.

Entonces cuando uno espera la primera exposición en el país, y además hay oportunidad de platicar con él, pues las expectativas son muchas y muy grandes.

Pero, el saldo es decepcionante, terriblemente decepcionante:

Todo pintaba para ser la tarde con el Maestro Wall, una muy buena compañía. La tarde nublada, poca gente en la entrada del museo, algunos ex compañeros de la maestría, todo bien. Entramos al pequeño auditorio he inconscientemente tomamos unas diademas, nos acomodamos muy cerca del estrado en la tercera fila. Y comenzó la desilusión, ahí estaba él, de pie con una postura soberbia y una cara de hastío mientras una fulana hacia la presentación. Giré mi cabeza para ver alrededor del auditorio y de repente la atmósfera se volvió tan snob. Las primeras palabras de Wall confirmaron la intuición que corría por mi cerebro, este guey es un mamón, y comenzó diciendo en inglés algo como “bueno pues mi plática va a realizarse en inglés porque es el idioma global y nunca tuve necesidad de aprender otro, ni modo”, tan sencillo que hubiera dicho que no sabe español y ya, pero eso de pues ustedes son tercermundistas y se chingan. Y abrió con la explicación de la exposición y sobre su trabajo, sobre su proceso creativo y materiales, sobre las imágenes que iba pasando. Daba una aproximación a los dos postulados con los que trabaja, la fotografía documental y la fotografía cinematográfica; la primera es precisamente eso documentar sin intervenir la escena, y la segunda es reconstruir e intervenir la escena. Durante la charla, surgieron bastantes interrogantes en mi cabeza, lo que conocía visualmente y lo que sabía por medio de algunos teóricos a través de ensayos y artículos, inclusive lo que habíamos discutido en algunas clases de la maestría, se volvía contradictorio. Jeff se detuvo en una imagen y explicaba que todas sus fotos son accidentales y que de esa precisamente había tomado 500; o sea, eso no es accidente eso es trabajo, no entendía su postura.

Pero el clímax de lo absurdo llegó en la sesión de preguntas y respuestas; de nuevo giré mi cabeza para ver el auditorio y vi algunos conocidos fotógrafos que en la maestría les habían publicado sus tesis y por un momento pensé esto se va a poner bueno, va a empezar la discusión. Pero no, nadie habló. En las bocinas del auditorio se escucha: alguien tiene preguntas para Jeff Wall, y nadie. Alguien levanta a mano y dice algo así “muchas gracias por venir, bla, bla, bla, su obra se parece a la Guillermo Chalo bla, bla, bla, su obra esta hecha para trascender” y Wall contesta “sí y no, depende, bla, bla, bla. Segunda pregunta por el mismo estilo, lambiscón, pero sin preguntar nada. Jeff Wall feliz por las caravanas y alabanzas, tercera pregunta, surrealista totalmente “en México conocemos a los artistas por el pan que los representa, sí tu fueras pan ¿qué pan serias? Respuesta de Wall “no sé de qué me hablas”.

En ese momento me dije basta, por eso nos tildan de tercermundistas y que alzo la mano, llegó el micrófono a mi mano y pregunté:

P. ¿Qué tal? A propósito de lo que tú llamas fotografía documental, hay un autor llamado Vilem Fluser que propone una filosofía de la fotografía y su tesis nos dice que como fotógrafos estamos supeditados a lo que el programa de la cámara nos permite realizar y para lograr un lenguaje creativo tendríamos que salirnos de dicho programa, ¿con la simulación en tus imágenes es así?

La cara del maestro Jeff Wall se transforma en enojo, visiblemente molesto me contesta:

J.W. ¿De qué simulación me hablas? La palabra simulación es muy delicada. Yo no hago simulaciones, yo lo que quiero es que cuando veas mis imágenes no pienses que yo coloqué algo o compuse algo, quiero que digas que es natural y no me gusta meterme en cuestiones filosóficas.

Un silencio se apoderó del auditorio y Jeff hizo la seña que no más preguntas, alguien alzó la mano y de nuevo lambisconeó, perdón por el barbarismo, y preguntó qué le recomendaba a los jóvenes que estudian fotografía, obviamente yo ya no escuché la respuesta, qué podría decir alguien que no quiso hablar sobre filosofía cuando también escribe sobre arte y fotografía.

En fin, les dejo el siguiente enlace que es de su exposición en México, y hay muchísimas imágenes y artículos de Jeff Wall en la red, solamente necesitan poner su nombre en el buscador y listo, conocerán lo mejor de él, su obra.


www.museotamayo.org/wall/index.htm


sábado, 21 de junio de 2008

PRESENTACIÓN

POR: MARCIA TREJO

El último de los Dodos es una revista virtual centrada en la producción, información y difusión de conocimientos diferentes a los que la mayoría de la gente “sensata” les presta atención.

Es un proyecto que busca recuperar el placer por compartir lo curioso, lo extraño y, por ende, lo perseguido.

Es un compromiso inteligente para propiciar reflexiones críticas, abiertas al desafío de pensar por sí mismas.

No tiene más que la ideología de transmitir ideas sin importar credos, dogmas o prejuicios; es un espacio plural, donde la diversidad es una constante y es el pilar que lo sustenta.

El último de los Dodos se renovará cada semana, ya sea en su totalidad o parcialmente, y esté constituido por las siguientes secciones:

Farfadet da cabida a crónicas, cuentos, relatos y poesía. Su nombre es retomado del de un duende negro, peludo y francés que tiene la tarea de cuidar tesoros y –en sus ratos libres- se divierte atormentado a los humanos en sueños.

Biblionautas se aboca a comentar libros que sí hemos leído, y constituye un viaje por las letras presentes y pasadas sin compromisos ni reverencias de esas que acostumbran los mercenarios de la cultura institucionalizada.

La Strega contiene colaboraciones que tocan temas fantásticos, mitos, costumbres, leyendas, asuntos folklóricos, etc.

Marassa hace referencia a los gemelos de la creencia vudú, quienes son los responsables de la lluvia, crean las plantas que tienen el poder de curar; los dos en uno son símbolo de la armonía de lo creado, el equilibrio entre el cielo y la tierra, el agua y el fuego, los vivos y los fallecidos. Este espacio estará conformado por artículos de diversas temáticas, enfoques e interés general.

AD aborda temas relacionados con la publicidad, la mercadotecnia y la comunicación en general.

En Curiosidodos entran colaboraciones de temas curiosos.

Simulaciones representativas aborda el mundo de la fotografía, el cine y el arte en general.

EDITORIAL


MANIFIESTO DODO
En mi condición de ser el último pájaro Dodo manifiesto:

1.- Niego mi categoría de criatura extinta y reivindico mi derecho a buscar a mis iguales de especie mental o física.
2.- Creo en el poder de la palabra –escrita, hablada, cantada, esculpida, pensada o apenas intuida- de cambiar la realidad para convertirla en el mejor de los mundos posibles.
3.- Soy un adicto a la esperanza, la imaginación y la libertad individual o colectiva.
4.- Sostengo que el imposible no existe, a menos que cada quién se lo invente.
5.- Afirmo que la inteligencia es una enfermedad lenta, progresiva y mortal, y única capaz de causar placer e incomodidad a la vez poniendo a cada ser en la dimensión exacta de su naturaleza.
6.- Defiendo que el mal puede ser vencido por el amor.
7.- Aseguro que ningún conocimiento sirve si no se comparte con aquellos que verdaderamente lo necesitan.
8.- Lucho para que la fantasía y la felicidad sean derechos inalienables de todas las criaturas de este planeta y de otros.
9.- Sustento que no existe verdad ni mentira absoluta; que todo depende de la finalidad que se persiga.
10.- Reconozco que la ausencia de pruebas inobjetables no significa que algo no exista; por el contrario, es un excelente pretexto para alcanzar las quimeras.

El último de los Dodos

FARFADET: Una ficción con personaje




Por: Adaní Vázquez

NOMBRE: JAVIER

ANTECEDENTES: Una pulga que murió de un cáncer en el cerebro a las 24 horas de edad.
Una pulga que creció en un matriarcado. Su madre y su tía son líderes indiscutibles de la familia. Su padre es una pulga gorda y ciega que le encanta estar hablando, el problema es que nada de lo que dice se le entiende.
En vida tuvo una hermana gemela: María, una pulga de biblioteca.

PSICOLOGÍA: En vida, Javier era una pulga exigente, de esas pulgas que les gusta lo bueno. De buenos y caros gustos, culto y con noción de tener una vida exitosa, por lo menos hasta que se enfermó. Irónicamente le tenía un pavor terrible a cualquier tema de fantasmas y, por supuesto, a la muerte, quizá por que en algún punto sabía que moriría joven, muy joven.
Ahora como alma de pulga errante se pregunta muchas cosas, cosas que antes no se preguntaba “¿Por qué ahora me vengo a preguntar estas cosas?”.
Extraña mucho a su madre y, de vez en vez, le gusta soplarle en el cabello a su hermana, aparentando ser el viento.

ACTIVIDAD: Ánima de pulga errante, que flota en el perro de los Martínez.

CARACTERÍSTICAS FÍSICAS: Transparente, pequeña y fría.

NIVEL SOCIOECONÓMICO: El perro es de clase media; la pulga está muerta.



YO, JAVIER

Cuando un alma que no es la tuya se apodera de tu cuerpo, se siente un hambre insaciable. Tu cuerpo está hambriento de algo que no existe, entonces te da frío. Duele la cabeza y algo en la espalda no te deja dormir. Eso dicen. A mí un día me empezó a doler la cabeza y de pronto, bloom, me dijeron que estaba enfermo y que iba a morir.

Ahora muerto, me pregunto que era lo que más me asustaba si el hecho de morir o la soledad de la muerte. Extraño, uno no se siente solo.

Creo que lo que más me aterraba era el factor tumba: oscuridad, tierra, silencio, gusanos comiéndose mi cuerpo. Al final mi madre tenía razón: la tumba es un hoyo donde el corazón no cabe. A ratos, hasta puedo escuchar mis latidos. Como una caja de música que se escucha muy quedito en la oscuridad.

El otro día pasé por el cuarto de mi hermana y moví sus papeles, ella ya no se inmuta, estoy seguro que sabe que soy yo. Me preocupa saber que se siente sola y que a ratos le da por pensar en mí y se le salen las de cocodrilo. ¿Cómo es que sigo sintiendo a mi hermana tan cerca?, ¿por qué fui pulga y no perro?

Rufles es un gran perro. Ahora sé su nombre, ahora que puedo salir del pelaje y ver más allá, ¿será que estoy en el más allá? Hay personas que cuidan de él, son como mi familia pero diferente. Son muy altas y caminan en dos patas. Comen con sus patas delanteras y sólo tienen un par de ojos, son raros.

Esto de ser fantasma de pulga es complicado. Se me antoja poseer a alguien. No lo sé. Quizás a uno de esos seres grandotes y mensos. Quizá si me pongo en su comida me coma y entonces me apodere de su cuerpo. Quizá...

LA STREGA: Algo de gigantes mexicanos


ALGO DE GIGANTES MEXICANOS
POR: MARCIA TREJO


México es tierra de gigantes y, cuando afirmo algo así, no es haciendo referencia a la grandeza de su gente o a la altura de sus sueños, sino a aquellos que deveras lo son. A esas criaturas que –por razones desconocidas para nosotros los humanos, pero supongo yo que claras para la Naturaleza- alcanzan proporciones muy superiores a las de cualquier ser vivo.
La diversidad de estas colosales entidades es amplia y su linaje es verdaderamente antiguo. De hecho, ya para cuando se establece el periodo conocido como Segundo Sol, los gigantes ya habían sido creados por las deidades. Esta raza no conocía la agricultura, por lo tanto, se alimentaba exclusivamente de los productos de la tierra que recolectaba; frutas silvestres, raíces, bellotas, vegetales y algunos granos constituían el eje de su dieta.
Los Anales de Cuauhtitlán cuentan lo siguiente:

“Se cimentó luego el segundo sol (edad).
Su signo era 4-Tigre.
Se llamaba Sol de Tigre.
En él sucedió
que se oprimió el cielo,
el sol no seguía su camino.
Al llegar el sol al mediodía,
luego se hacía de noche
y cuando ya se oscurecía,
los tigres se comían a las gentes.
Y en este sol vivían los gigantes.
Decían los viejos,
que los gigantes así se saludaban:
‘no se caiga usted’, porque quien se caía,
se caía para siempre”.

Eran tiempos peligrosos para cualquiera. Los gigantes que no fueron aniquilados por los tigres o quedaban condenados a permanecer tirados hasta la muerte por aquello de una mala caída, fueron llenándose de resentimiento, mismo que no dudaron en desquitar con las poblaciones de los alrededores. Los seres humanos –con la prudencia que nace de haber visto a uno que otro congénere morir de fea manera a manos de un gigante- optaron por aguantar estoicamente sus agresiones y solicitudes de alimento. Por supuesto, saciar el apetito de estas criaturas no era precisamente lo que se puede denominar una actividad sencilla ya que requería de enormes cantidades de comida.

Como los gigantes se fueron haciendo cada vez más confianzudos y les empezó a gustar demasiado eso de que otros se hicieran cargo de llenar sus estómagos, los pobladores llegaron a la conclusión de que era necesario actuar de manera pronta y definitiva si deseaban volver a gozar de un poco de tranquilidad y aspirar a comer algo más que las migajas que dejaban los desagradables vecinos. Se discutieron varias posibilidades, se escucharon todo tipo de planes y, finalmente, se optó por algo sencillo pero eficaz: el homicidio (¿giganticidio?).

Un grupo –los más diplomáticos o los mejores actores, supongo yo- invitó a los gigantes a una comida especial que habían preparado en su honor; los invitados –tragones como pocos- aceptaron de inmediato el ofrecimiento y en tropel se dirigieron al lugar donde ya los aguardaban una deliciosa diversidad de viandas y mucho, pero lo que se dice mucho licor. Rápidamente los gigantes empezaron a dar cuenta de los platillos y en cuanto cualquier vaso disminuía su nivel de licor, alguien se encargaba de llenarlo hasta el borde. Después de un buen rato, los gigantes tenían una borrachera de antología, unos reían, otros contaban pésimos chismes y otros más roncaban. Y ese fue precisamente el momento preciso… a una señal convenida, los hombres se lanzaron contra ellos y les dieron muerte.

Por supuesto, que la aniquilación de este grupo no significó, de modo alguno, la extinción definitiva de la especie, ya que han existido diversas razas(?) a lo largo y ancho del país. Por ejemplo, los mayas cuentan con el espectro gigantológico más amplio del territorio nacional y también uno de los más antiguos. Los Cantares de Dzitbalché dicen de aquellos tiempos que:

“…porque aquí en esta región
aquí en la Sabana, aquí
en la tierra de nuestros antiguos
gigantes hombres…”

Por tanto, es de suponer que estaban más que acostumbrados a estas colosales presencias y ¡no es para menos! ya que eran cuatro de estas criaturas las encargadas de que los cielos se mantuvieran en una posición fija, su nombre: Bacabes. Cada uno se colocaba en un punto cardinal del mundo que era cuadrado y que estaba constituido por trece cielos –uno sobre otro- debajo de los cuales se encontraban los infiernos. Cada Bacab tenía un color que lo distinguía: rojo, blanco, amarillo o negro.

Los Libros de Chilam Balam de Chumayel también aportan referencias a estas colosales entidades:

“Entró entonces Chac, el Gigante, por la
grieta, de la Piedra. Gigantes fueron entonces
todos, en un solo pueblo, los de todas
las tierras”.

Pero los mayas tenían además otros gigantes que hacían de sus tierras algo único. De entrada, hay que mencionar al Ua Ua Pach, criatura de hábitos nocturnos y “particular” sentido del humor. Ya que había caído la noche y la mayoría de la gente se encontraba en casa, el Ua Ua Pach entraba silenciosamente al pueblo, lo hacía de forma tan discreta que nadie lo notaba, aunque suene extraño por su gran tamaño, eso era posible. Una vez ahí, elegía alguna calle de su predilección, colocaba un pie a cada lado de ésta y se disponía a esperar el tiempo que fuera necesario para que apareciera algún trasnochador. En cuanto el elegido pasaba entre sus piernas, el gigante cerraba con gran fuerza las piernas y se carcajeaba del gusto. Naturalmente, ello implicaba un gran número de fracturas múltiples que ocasionaban –si se tenía suerte- una muerte instantánea. Otras veces este gigante andaba, digamos de ánimo bondadoso y se limitaba sólo a morder las piernas del desafortunado o nada más a asustarlo.

Otra de estas entidades mayas es el Uay Poop, enorme hombre que cubre su cuerpo con unos petates gigantescos que golpea con fuerza sin igual, de hecho, el ruido que produce es tan intenso que puede escucharse a varios kilómetros a la redonda. No existe información que nos hable de para qué anda azotando petates, si lo hace al atrapar a alguna víctima o es una forma de matar el aburrimiento.

No podemos omitir a Che Uinic cuyo rasgo distintivo es carecer de huesos y coyunturas, así que para caminar debe utilizar un enorme bastón que no es más que el tronco de un árbol. Por supuesto, para dormir no puede acostarse como cualquier otra criatura, sino que debe permanecer en pie y, para evitar dar el ranazo mientras duerme, pues se recarga en alguna pared rocosa, árbol o superficie sólida y de gran tamaño que sea capaz de sostener su corpachón. Si eso no fuera suficientemente extraño hay que añadir que además tiene la piel de un nada discreto color rojo. El Che Uinic adora la carne humana –una de los rasgos distintivos de múltiples monstruos mayas- y no muestra el menor remordimiento para conseguirla. Si tuvieras la mala suerte de toparte con él y deseas sobrevivir al encuentro, es recomendable que consigas una rama y empieces a hacer malabares con ella, muestra que te estás divirtiendo como enano y baila como si no te importara tener un tipo con muy malas intenciones que de menos de menos triplica tu tamaño. Por alguna razón, supongo yo que porque su sentido del humor es bastante simple, tus acciones seguramente le provocarán tremendo ataque de risa y se reirá tanto tanto que terminará tirado en el suelo. Y ese es el momento que deberás aprovechar para retirarte de ahí.

Otra lindura maya es el H-Wayak. De lejos parece un ser humano normal, tan equis que no llama especialmente la atención, sin embargo, conforme se acerca su estatura va aumentando de forma creciente hasta que su cabeza queda más o menos a la altura de las copas de los árboles de la zona. El susto de verlo sería perdonable si no fuera por el pequeño detalle de que encuentra particular diversión en romperle los huesos al humano con quien se tope. En caso de que eso no sea posible, el H-Wayak se enojará a tal grado que se desquitará destrozando árboles.

Los tarahumaras también tienen algo que decir con respecto a su relación con los gigantes, aunque sería más exacto decir ex relación. Hace ya bastantes ayeres, los tarahumaras compartían el territorio con estos seres que refieren eran tan altos como los pinos y con cabezas del tamaño de rocas. Entre ambas especies se había establecido un acuerdo laboral bastante claro: los gigantes se encargarían de sembrar y talar los árboles, y los humanos pagarían sus servicios con comida y una bebida alcohólica llamada tesgüino. La cosa es que esta particular alianza no pudo mantenerse por mucho tiempo ya que los gigantes en cuanto se emborrachaban, les daba por andar violando mujeres –me confieso totalmente ignorante en la manera como resolvían la diferencia de tamaño-, una vez terminada la actividad sexual, pues se les abría el apetito y lo saciaban convirtiendo en botana a los niños. Los tarahumaras decidieron acabar de una vez por todas con semejante comportamiento, así que prepararon un cocimiento de chilicote, lo pusieron en lo que habría de convertirse en la última comida de los gigantes.

Nuevo León también contó en su haber con estas colosales entidades tal y como lo constatan las osamentas encontradas en el Municipio de Linares. Se dice que eran criaturas de trato agradable, buen corazón y muy trabajadores. Su estatura andaba por ahí de la decena de metros y su piel era morena oscura. Por alguna razón que actualmente resulta desconocida acostumbraban construir unas pequeñas lomas. Y cierto día llegó una lluvia torrencial, cayó tal cantidad de agua que terminó convirtiéndose en un diluvio. Gran parte de los seres vivos fueron arrastrados por la corriente o se ahogaron. Ni siquiera los gigantes pudieron salvarse porque –aunque intentaron huir- sus pies quedaron atorados en el barro y terminaron cubiertos por las terribles aguas.

viernes, 20 de junio de 2008

AD: Medios tradicionales o medios alternativos: una guerra sin cuartel

MEDIOS TRADICIONALES O MEDIOS ALTERNATIVOS: UNA GUERRA SIN CUARTEL
POR: ANA LAURA DOMÍNGUEZ


Hay quienes todavía creen que publicidad es un sinónimo de ventas, de dinero y de éxito para un producto o servicio. Otros piensan que publicidad es expresión de creatividad, ingenio, glamour y, sobre todo, están convencidos de que es la mejor manera de llevar al mundo “old fashion” no solamente a sus clientes y sus marcas, sino a ellos mismos como publicistas y a las agencias en donde trabajan. Pareciera que figurar en la esfera de los ganadores del Cannes, el FIAP o por lo menos del Círculo de Oro de la Publicidad, es la meta de todo creativo, aunque la campaña no sea del todo vendedora.
Los publicistas de la vieja guardia posiblemente sigan teniendo el mismo pensamiento y de ser así, podríamos darles un somero voto de confianza ya que han vivido con ello durante años y hasta cierto punto les ha funcionado. Pero lo verdaderamente peligroso, es que los publicistas de la nueva ola y los empresarios jóvenes de nuestro país, sigan creyendo en tal quimera.
Por principio de cuentas la publicidad como tal nunca ha sido una varita mágica que le genere ventas estratosféricas a los anunciantes. Eso más que un comentario al aire, es una certeza. La prueba está en que hay productos que se venden solos, ya sea porque son artículos de primera necesidad, o porque llevan ya tantos años en el mercado que forman parte de la vida diaria del consumidor y, por lo tanto, no puede prescindir de ellos, o simplemente porque debido a una especie de tradición, es la marca favorita de cierto segmento de la sociedad.
En la actualidad, el publicista no puede basarse solamente en los 1001 “trucos” publicitarios, como dijera Luc Dupont, para llevar a cabo una campaña “exitosa” y entiéndase por exitosa que ésta sea por lo menos recordada por el espectador. Además, eso que podríamos denominar “trucos publicitarios” resulta muy ambiguo, ya que el publicista no es un mago que pueda sacar de su chistera engañifas vendedoras y mensajes convincentes.
Desde hace décadas el publicista se enfrenta con un gran obstáculo para que su creatividad tenga cierto impacto: los medios de comunicación, tanto masivos como personalizados, impresos o electrónicos.
La guerra mediática de la que tanto se habla en nuestros días, sobre todo cuando se trata de materia política, puede ahora “traducirse” en una guerra mediática entre los medios mismos, teniendo como endeble trinchera al futuro consumidor, que se siente acosado cada vez más por el bombardeo de mensajes y sobre todo por la gran cantidad de medios de comunicación que lo rodean.
En ciertos casos, la elección del medio idóneo para una campaña publicitaria, debiera ser la prioridad del publicista, antes que el concepto creativo en su totalidad.
Si el medio es el mensaje, es decir, si cada medio es una extensión de nosotros mismos (como bien lo dice Marshall McLuhan), entonces es tiempo de que los jóvenes publicistas comiencen a volcar su “creatividad” en la invención de medios alternativos que puedan cautivar la atención del futuro consumidor.
El control remoto de la televisión, la televisión por cable misma, los auto estéreos con lectores de discos MP3, el IPOT entre muchos otros artefactos modernos, pueden convertirse, si no es que ya lo son, en el peor enemigo del publicista y de los medios tradicionales de comunicación. Cambiar de canal o de estación es algo de lo más normal en nuestros días. El libre albedrío adjunto a la tecnología, nos da la elección de “chutarnos” o no, cuatro minutos de comerciales, no importando si son excelentemente bien producidos, o de cambiar de canal mientras comienza nuestra serie favorita.
La publicidad exterior como los espectaculares, se salva un poco de esta masacre de medios masivos. El automovilista es un público cautivo, presa del tráfico de una gran metrópoli y lo mismo le dicen graciosamente que “tiene que leer”, (aunque desconocemos quiénes y cuántos lo harán) o que es “totalmente snob, como la tienda quiere que sea”. De igual forma los medios impresos como las revistas y los periódicos, tienen cierta defensa ante el ataque por lo menos por su perdurabilidad.
La creación e implementación de medios alternativos o la utilización de los mismos ya existentes como la Internet, es una necesidad imperiosa para sacar “del coma” a la industria publicitaria mexicana y para que los publicistas dejen de dar patadas de ahogado creyendo ingenuamente que tienen en sus manos la receta secreta para convencer a las personas de que compren productos que no necesitan ni en sus peores pesadillas.
El abanico es amplio y puede reducirse o crecer aún más, dependiendo de la capacidad creativa del publicista que, más que preocuparse por “una frase bonita y pegajosa”, debe comenzar a ocuparse por tener un medio de comunicación idóneo para competir en esta acalorada batalla campal entre los tradicionales y los alternativos.

martes, 17 de junio de 2008

FARFADET: Mi mamá me mima

MI MAMÁ ME MIMA
POR: RAÚL GÓMEZ MIGUEL



Mi debut en la farándula escolar estuvo ligado a la festividad del día de las madres y a una curiosa coincidencia que ahora narro.

Era un niño más en el jardín de niños “Guillermo Barroso”, de la colonia Escandón, que se había adaptado a la vida escolar con tanto entusiasmo como el que se recibe la noticia de más trabajo y menos sueldo. Flotaba en la inercia de conocer el profundo misterio de la raya y la bolita, o la fisonomía de las cinco vocales. En el recreo me apartaba de los demás y esperaba que un milagro me pusiera en mi casa y no en la caja de arena que tantos problemas me daría después.

Por esa adaptabilidad casi oriental, no fui un infante problemático, al menos ese año, y cual mueble mi maestra me movió de la Ceca a la Meca para equilibrar mis altas dotes autistas. Obedecía sin chistar y mi alrededor no importaba. Esa indiferencia no se alteró al enterarme que estaban haciendo pruebas para participar en una obra teatral para el diez de mayo. El “casting” ocurrió en el salón de música, donde varias profesoras elegían de acuerdo al reparto a las niñas y los niños que interpretarían la historia.

A mí las candilejas y la celebridad se me escurrían y no fui a la sonada selección hasta que mi maestra arrastrándome me puso frente al jurado artístico. Por mi “fisonomía nórdica” quedé descartado como príncipe. Por mi aplomo de escuincle de mundo perdí el papel de rey. Y por diversas incapacidades fui descendiendo de puesto. Sólo me restaba ser probado para árbol o piedra.

Y precisamente por estar atentas con los papeles protagónicos, las profesoras olvidaron que en la trama aparecía una serpiente malévola que hechizaba a la princesa y que, por supuesto, tendría que ser matada al final (la serpiente, no la princesa). La dificultad histriónica estribaba en que la serpiente tenía que arrastrarse en curvas y silbar a la vez; toda una proeza psicomotora.

La competencia por el papel estuvo reñida precisamente porque los candidatos o se arrastraban muy bien o silbaban fuerte, pero hacer las dos cosas simultáneamente generó ridículas confusiones. Yo observaba el desfiguro, hasta que desesperada mi maestra insistió que tratará de caracterizar a la serpiente. Más obligado que convencido, me tiré de panza al suelo y me empecé a arrastrar, luego silbé y se abrieron los cielos. Las profesoras suspiraron aliviadas y unánimemente fui elevado a condición de reptil.

Cuando mi mamá se enteró no entendió del todo qué iba yo a ser en el escenario. Pero pasó a segundo plano en el momento que supo que tendría que confeccionarme un vestuario adecuado, a lo que vino una pregunta lógica ¿cómo diablos se disfraza a un niño de serpiente?. Tras sesudas cavilaciones, mi madre con la ayuda de las profesoras establecieron que se haría un mameluco de franela gris, se le pintarían unas rayas negras y llevaría un gorrito con orejas puntiagudas. Al probarme el producto de tal sugerencia, las mujeres se dieron cuenta que la serpiente semejaba gato, sin embargo, el espectáculo tenía que seguir.

Los ensayos se me volvieron eternos. Entre arrastres y silbidos la obra fue jalando. Salvo en el momento en que toda la tropa se abalanzaba sobre mí para matarme por haber embrujado a la princesa. Tuve que soltar dos que tres patadas y calmar el entusiasmo de la multitud.

Al día y a la hora señalada, se abrió el telón. Sintiendo murciélagos en el estómago entré a escena, llevándome la carcajada general por ser un gato minusválido silbante. Los diálogos fluyeron. La escenografía cumplió. La tramoya estuvo atinada. La princesa estaba preciosa. El príncipe era un figurín y el gato-serpiente fue apaleado para que constara eso de que el mal nunca paga.

Salimos a recibir la ovación materna dos veces y mi mamá estaba radiante. Por primera vez fui consciente de lo que representaba hacer sentir a alguien orgulloso. La cara de mi jefatura brillaba. No creía que su monstruito de las entrañas fuera capaz de arriesgarse el físico o se interesará por el arte elevado. Ese 10 de mayo, creo, Flora Gómez supo que su bebé no estaba tan dejado de la mano de Dios y que, aunque medio silvestre, podía ser alguien en la vida, de menos una serpiente en forma de gato.

BIBLIONAUTAS: La historia secreta de Lucifer


POR: MARCIA TREJO Y RAÚL GÓMEZ MIGUEL

LA HISTORIA SECRETA DE LUCIFER
LYNN PICKNET
EDITORIAL PLANETA


La especulación histórica no autoriza el sensacionalismo barato. Conjeturar explicaciones probables no significa liberar imposibles y ajustarlos con calzador a los designios de una teoría bastante jalada por los pelos. El supuesto revisionismo imperante en la Historia y la Religión, según el dictado de la mercadotecnia editorial rebasa en mucho el objetivo “civilizador” de los investigadores insólitos. Pongamos que están dilatando las telas de la probabilidad a la dimensión de cualquier reportaje central tipo semanario de lo insólito. Estamos a unos pasos de reconocer que Elvis está vivo, los extraterrestres son cirujanos de vacas y el Más Allá es un rincón cerca del Cielo.

“La historia secreta de Lucifer” es una compilación documental centrada en demostrar que el ángel caído es un militante de la inteligencia, el conocimiento y la guerrilla intelectual, orientado a tomar el cielo por asalto y capturar a un dios iracundo dogmático, tradicionalista y conservador en odiosa similitud al yunque mexicano, que procura tener a la humanidad sumida en la bendita ignorancia y la inocencia bestial.

Como tesis, la discusión cognoscitiva de Lucifer no es mala. De hecho, desde la antigüedad clásica, los talentos mortales discutían alrededor de la esencia del mal y los derivados activos de las tinieblas. Sin embargo, cuando se mezclan irresponsablemente fuentes y sugerencias, el resultado publicado no es tan lindo. No se duda de la buena intención de la autora, Lynn Picknett, iniciada en los asuntos comerciales del ocultismo, la herejía y la conspiración, para revelarnos una faceta insospechada del responsable eterno de las malas ondas y las pésimas vibraciones. Pero, preocupa que las explicaciones estén a modo y que todo se integre en orden y fluidez, dando la impresión de una contundencia aparente que posee muchas fisuras ajenas al ojo crítico del público cautivo.

Quien haya tenido interés en la disciplina de religiones comparadas o materias afines a las creencias humanas se dará cuenta que el argumento central del texto no es reciente y que domina muchos de los acercamientos conocidos al respecto. No obstante, al avanzar en la lectura el leyente cínico percibe un ahínco paranoico dirigido a extender la red del dominio gandalla en contra de las neuronas comunes de la humanidad anónima. Otra vez, el tufo del giro sospechoso y la convicción a priori remata una exposición, que honesta no tendría reparo.

Cada cual es libre de leer y comprender lo que se le venga en gana, o al menos esa es una idea de la democracia en la razón. El problema salta en el instante que las obsesiones personales apuestan por el proselitismo inmediato y la venta visceral.

Coautora del éxito de librerías “La revelación de los templarios” junto con Clive Prince, que inspirará a Dan Brown la solución del Código Da Vinci, Picknett se asume como una pionera en la revolución conceptual del “otro conocimiento” y presume unas credenciales que hacen palidecer de envidia a quienes no pretenden un reconocimiento académico serio, pues, dentro de cientos de ensayos especializados, las supuestas evidencias de Picknett alcanzan para una discreta nota a pie de página.
Conocedora indiscutible de su mercado, la responsable de “La historia secreta de Lucifer” seguirá explotando una veta interesente de la credibilidad promedio que fuerza la sospecha hasta convertirla en devoción negando cualquier maniobra que aliente el sentido común. Quizás no estaría de más que un acto de humildad, la señora tuviera a bien explicar en que punto de sus ensayos termina el dato duro y comienza la ensoñación. Así sería menos difícil identificar qué oculta tanta pose.