sábado, 28 de junio de 2008

SIMULACIONES REPRESENTATIVAS: La globalización ¿paradoja en las prácticas artísticas actuales?

Por: Eduardo Acosta Arreola

¿Qué es la globalización? ¿Cuál es su relación con el arte? ¿Bajo qué paradigma se pude mirar a la esfera del arte en un mundo globalizado? ¿Existe una posición política y social del arte ante los cambios producidos en la cultura por los modos de producción actual?

Las preguntas nos pueden llevar por diversas direcciones, por un lado, el término "globalización" ha adquirido una fuerte carga emotiva. Algunos consideran que la globalización es un proceso beneficioso (una clave para el desarrollo económico futuro en el mundo), a la vez que inevitable e irreversible. Otros la ven con recelo, incluso temor, debido a que consideran que suscita una mayor desigualdad dentro de cada país y entre los distintos países, amenaza el empleo y las condiciones de vida y obstaculiza el progreso social.

La globalización surge en los 80 como un concepto económico que emerge de las universidades de Harvard, Columbia y Stanford, las cuales difundieron y popularizaron rápidamente a través de artículos de mercadotecnia diseñados para sacar las economías de los países más avanzados. Inmediatamente después, fue apropiado por el discurso político neoliberal, para definir la orientación de un “nuevo” modelo económico y de producción. Por lo tanto, contaminó el análisis sociológico y antropológico (sobre todo, en sus aplicaciones al campo cultural), ya que el concepto amenazaba las estructuras y mecanismos de inserción social. [1]

Así, el deslizamiento del concepto entre una pura teoría económica y el discurso político y cultural introduce una renovada visión de modernidad, que instaura el imaginario global, devolviendo una experiencia individual y colectiva que justifica y precede a sus redes de información, es decir los medios masivos de comunicación.


Ahora bien, ¿la globalización perjudica o ayuda al arte? Es indudable que la globalización influye directamente sobre la cultura, y recordemos que el arte es una minúscula parte de ella.

Tenemos entonces que el arte responde de varias maneras. Para algunos, ante el nuevo sistema, los conceptos de nación, territorio y frontera son colapsados dando paso a una nueva geografía horizontal dominada por el poder tecnológico[2], y, sobre todo, económico de las grandes compañías trasnacionales que necesitan lenguajes, instituciones y usos internacionales que hagan posible la comunicación en escala global.

La globalización sólo es posible en un orbe que ha sido previamente reorganizado por el colonialismo, con la cultura occidental actuando como un macrosistema que articula el mundo contemporáneo.[3]

Cuando vamos a ver una exposición de arte contemporáneo nos sentimos raros, ya que lo vemos no corresponde con o que nos han enseñado que es el arte, y lo que nos han enseñado que es arte, como concepto, surge en Europa en el XV. Pero, paradójicamente, estamos dispuestos a aceptar que cada época, por sus propias necesidades culturales, expresa una forma determinada de arte que le es propia y, por tanto, distinta a formas artísticas del pasado.

“Antaño, el arte debía preparar o anunciar un mundo futuro: hoy propone modelos de universos posibles.”[4]

Entonces, ¿cómo determinar lo que caracteriza a nuestro tiempo y, por lo tanto, lo define? La mejor manera de hacerlo es, como ya vimos, contextualizando en función de los modos de producción y la tecnología, así pues, el arte tiene que enfrentar, plasmar, interpretar o demostrar, quiera o no, lo que es la globalización.

En la actualidad se debate como problemática del arte la identidad y legitimación del mismo como respuesta a la globalización, donde hay una parte del arte que empuja hacia un sistema radial, y otro en pos de una efectiva interconexión de todo el planeta mediante una trama reticular de comunicaciones e intercambios.

Mari Carmen Ramírez señala que el problema central no radica en la afirmación o en la negación de una determinada identidad (sea esta nacional, regional o continental), sino en la toma de posiciones con respecto a los condicionantes económicos y sociales que determinan el acceso o la falta de acceso a redes de intercambio artístico global.[5] Es decir, el problema central es quien legitima a las identidades. La identidad, no debemos olvidar, es una construcción que sirve para hegemonizar el poder. Y es el poder, o sus esferas, incluida la del arte, quienes legitiman o no a las prácticas artísticas.

La siguiente pregunta sería ¿cómo es el arte y cómo son las prácticas artísticas en la actualidad? Pues al igual que en el pasado, siguen siendo muy diversas y se podrían hasta clasificar, pero ¿cómo son las prácticas artísticas legitimadas por la esfera del arte?

Hoy las prácticas artísticas, o las obras de arte, ya no tienen por objetivo formar realidades imaginarias o utópicas, intentan modelos de acción o modos de existencia, dentro de la realidad existente.

“… aparece la figura del artista internacional de la instalación, nómada postmoderno que se desplaza de una exhibición internacional a otra, llevando en su maleta los elementos de la futura obra o las herramientas para hacerla in situ. Esta figura, alegórica de los procesos de globalización, representa una ruptura clave con la figura del artista-artesano vinculado con un taller, donde realiza su obra para ser exportada. El artista se exporta ahora a sí mismo. Su trabajo se aproxima más al del gerente o el ingeniero, que viajan constantemente para atender proyectos y negocios específicos. El taller, ese lugar vulcánico ancestralmente vinculado con el artista, queda más como laboratorio de proyecto y diseño que de producción. Se quiebra así el vínculo físico demiurgo-taller-obra, que los asociaba en un espacio fijado y, más allá, con un locus y sus genios. Este tipo de obra y metodología están en relación genética con el lenguaje minimal-conceptual internacional. Con ellas se facilita y abarata notablemente un tipo de circulación basada en las bienales, las muestras temáticas y otras formas de exhibición colectiva "global".[6]

Existe en el arte actual una herencia de los años 60 y 70, donde podríamos destacar algunas características principales; es procesual, es decir, esta orientado hacia el objeto o producto a través de su proceso y realización; regularmente se desarrolla en emplazamientos públicos y toma forma de intervención temporal; se sirve de la tecnología y de los medios de comunicación con el fin de enviar mensajes que subviertan las intenciones usuales de las formas comerciales; utilizan métodos colaborativos de ejecución, es decir realizan investigación preliminar, así como la actividad organizativa y la orientación de los participantes.[7]

El arte actual es por definición un arte híbrido, donde la participación se convierte en un medio de autoexpresión y/o autorrepresentación. Tenemos pues, que lo novedoso dejó de ser un criterio o un juicio de valor para calificar a la obra de arte.

Actualmente se encuentra presente la posibilidad de un arte relacional (un arte que toma por horizonte teórico la esfera de las interacciones humanas y su contexto social, más que la afirmación de un espacio simbólico autónomo y privado)[8] y surge a propósito de la globalización y de la extensión de la misma a casi la totalidad, por no decir que a todos, de los aspectos culturales.

Entonces tenemos que la diferencia entre las prácticas artísticas actuales y las del pasado, es el lenguaje artístico, la forma:
“Muy a menudo se define la forma como un contorno que se opone a un contenido. Pero la estética modernista habla de belleza formal refiriéndose a una especie de (con)fusión entre forma y fondo, a una adecuación ingeniosa de éste a aquella. Se juzga una obra a través de su forma plástica; la crítica más recurrente, en relación a las nuevas prácticas artísticas, suele consistir en negarles toda eficacia formal o en revelar sus carencias en la resolución formal. Si observamos las prácticas artísticas contemporáneas, más que de formas habría que hablar de formaciones: en oposición a un objeto cerrado sobre sí mismo por medio de un estilo y una firma, el arte actual muestra que no hay forma más que el encuentro, en relación dinámica que conecta una proposición artística con otras formaciones artísticas o no.”[9]

Así, pues las prácticas artísticas actuales buscan entablar un dialogo directo a través de las interacciones humanas, es decir, radican en la invención de relaciones entre sujetos, donde la forma no toma su consistencia hasta que se juega con las interacciones.

Esta forma de entender el arte y la relación del artista con los procesos de transformación social es algo que en cierta manera recorre todo el movimiento de reacción ante la globalización.

Por último, ¿las prácticas artísticas actuales son una resistencia contra la globalización o son reflejo de la época? ¿de qué modo estas prácticas se incrustan e la esfera del arte? ¿para validarse a sí mismas? Muchas de las preguntas aquí planteadas quedan sin respuesta y surgen otras.

Grupos de activistas subvierten y amenazan el lenguaje del poder al tiempo que crean su propio lenguaje y artistas que, cuestionando los límites de lo estético, llegan a cuestionar los límites de lo social. Pero no nos confundamos: el peso aquí se centra en la destrucción de la dominación explotadora sobre los seres humanos y el medio ambiente y en la construcción de alternativas a dicha dominación, la lucha simbólica siendo tan sólo un aspecto de muchos otros frentes y modalidades de lucha.

Sin duda, dentro del espectro cultural sigue existiendo una paradoja que nos muestra el único reducto de resistencia que nos queda a los seres humanos, ante los embates tecnológicos y económicos de la globalización, el arte.


BIBLIOGRAFÍA
Blanco, Paloma, Modos de hacer, arte crítico, esfera pública y acción directa, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2001.

Mosquera, Gerardo, “Notas sobre globalización, arte y diferencia cultural”, texto publicado en Zonas de Silencio, Rijksakademie van beeldende kunsten, Ámsterdam, 2001.

Ramírez, Mari Carmen, “Identidad o legitimación. Apuntes sobre la globalización y arte en América Latina”, Arte Latina, noviembre 2000.

Debriose, Oliver, “Soñando en la pirámide”, Curare, No.17, enero-junio, 2001.





[1] Debriose, Oliver, “Soñando en la pirámide”, Curare, No.17, enero-junio, 2001.
[2] Ramírez, Mari Carmen, “Identidad o legitimación. Apuntes sobre la globalización y arte en América Latina”, Arte Latina,
[3] Mosquera, Gerardo, “Notas sobre globalización, arte y diferencia cultural”, en Zonas de Silencio, Rijksakademie van beeldende kunsten, Ámsterdam, 2001.
[4] Bourriaud, Nicolas, “Estética relacional”, en Blanco, Paloma, Modos de hacer, arte crítico, esfera pública y acción directa, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2001.
[5] Ramírez, Mari Carmen, Op. CIt.
[6] Mosquera, Gerardo, Op. Cit.
[7] Felshin, Nina, “Pero ¿esto es arte? El espíritu del arte como activismo”, en Blanco, Paloma, Op. Cit.
[8] Bourriaud, Nicolas, Op. Cit.
[9] Ibid.

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